Como te ves, me vi; como me ves, te verás
A los que se van a comer el mundo en las próximas y exiguas oposiciones, a los que critican por criticar y a los sindicatos «interesados».
En mi casa somos dos maestros (afortunados), mi mujer y yo. En 1994 acabamos Magisterio y, de trabajar en Asturias, me da la risa cuando lo recuerdo (listas cerradas y ni atisbos de oposiciones). Nos presentamos en Galicia (con gallego incluido), Extremadura, Valencia y Castilla-La Mancha. Mi mujer, que las había preparado, sacó un 9 en Toledo, pero como no tenía experiencia nada de nada. Yo, mientras ella las preparaba, hice la mili para quitármela de encima, no pasé el primer examen. En septiembre de 1996 le envían un telegrama diciéndole que tiene una sustitución en Guadalajara y que se tiene que presentar en 72 horas. No lo pensamos, nos fuimos con lo puesto y a la aventura (yo sin trabajo). Cuando llegamos a la Delegación a firmar, las palabras de la funcionaria fueron: ¡Hay hija!, ¿sabes dónde vas? A 160 kilómetros de Guadalajara capital, a 760 kilómetros de Gijón, a una Unitaria con todos los niveles, a 1.700 metros de altitud, a menos veinte grados centígrados por el invierno con una estufa de leña, a itinerancias con tu coche, a nevadas por la cintura, sin casa para maestro y sin cobrar hasta enero del año siguiente. Para qué seguir contando, me da la risa. Allí estuvimos en distintos pueblos, ella de maestra y yo limpiando montes, socorrista, camionero, peón, Inem, etcétera. Nos presentábamos los dos allí a las oposiciones, unos años aprobando sin plaza; otros, paradojas de las oposiciones, no pasando ni el primer examen (ya se empezaba a mirar el DNI), me sigue dando la risa. En el 2000, después de vivir un año separados por el trabajo y de por fin estar trabajando los dos de maestros, ¡milagro!, se abren las listas en Asturias. Pensándonoslo un poco, dejamos las vacantes por sustituciones y nos vinimos. Nos hipotecamos y tuvimos dos maravillosas hijas (pese a no tener trabajo ni residencia fija). La primera conoció Degaña, Ibias, Tineo, etcétera. La segunda por suerte ya no salió de Gijón porque tiene unos abuelos maravillosos y somos nosotros los que nos desplazamos (dos coches y 300 euros de gasoil al mes, eso o vivir separados). Mi mujer sacó la plaza después de 15 años de experiencia; aun así necesitó otro 9 en la oposición (os recuerdo que sacó un 9 en sus primeras oposiciones) y yo, como soy más zote y no tengo su fuerza de voluntad, ya llevo once como interino para todo y para seguir. Digo lo de seguir porque con mi edad, con mis hijas y mujer maravillosas, mi jornada laboral, mis aficiones y las de mi familia (la vida es para vivirla), la verdad, a las 22.30 horas de la noche no me quedan muchas ganas de ponerme a estudiar, para luego con 8 quedarme sin plaza por centésimas como ya me pasó. Me sigue dando la risa. En estos once años he dado todos los ciclos de Educación Primaria y varias asignaturas en el primer ciclo de ESO, Educación de Adultos, Educación Física, PCPI, no cuento la cantidad de proyectos y cursos en los que he participado, las programaciones y trabajo que he dejado por los centros que pasé. A lo mejor va a ser verdad que no valgo para esto y que soy un acomodado, que los que vienen por detrás saben más que yo, que tengo un puesto en la lista por tonto, por obra divina o por... me sigue dando la risa. Mi abuela siempre me decía (cuando de niño pretendía conseguir algún privilegio que no me correspondía o por su estado físico) con muy buen criterio: «Como te ves, me vi. Como me ves, te verás».
A los que empezáis en esto de la enseñanza y a los que habláis y escribís sin conocer la realidad de los interinos, por favor, no me deis lecciones. Yo defenderé mis privilegios que tanto me ha costado conseguir y que son mi realidad.
Pelayo Bances Aneiros, maestro interino, Gijón
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