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De «seudoprogres», obispos y jóvenes

27 de Marzo del 2011 - José Manuel Fueyo Méndez (Oviedo)

Los sociatas, que juegan a ser pacifistas cuando están en la oposición, nos han vuelto a meter en otra guerra, para seguir haciendo buena la etiqueta que les tilda de «seudoprogres» y para seguir siendo fieles lacayos de los papaítos europeos y americanos. Esta vez el escenario es Libia, pero, como de este país ya estás suficientemente informado (y desinformado) estos días, servidor prefiere hablarte de Guinea Ecuatorial, por ejemplo. Es un país con el que España tiene más vínculos que con Libia, pues fue colonia española y el castellano sigue siendo allí una de las lenguas oficiales. En Guinea impone su ley un tal Teodor Obiang, que, como sucede con Gadaffi, tiene más peligro que una piraña en un bidé, pero los gobernantes europeos consideran que, por ahora, no toca tocar a Obiang, porque no está tan tocado como Gadaffi y hay de por medio suculentos negocios, que no interesa romper. Guinea y las cuatro quintas partes de guineanos, hambrientos y oprimidos por la tiranía, pueden esperar. La economía manda. Y, como la economía manda, los obispos vascos se refirieron a ella en su carta pastoral de cuaresma. Naturalmente el poder y sus voceros mediáticos «seudoprogres» han ignorado el documento de marras, porque el subconsciente de los «seudoprogres» no está programado para admitir que, en determinados temas, los obispos son más progresistas que ellos. De todos modos, en internet puedes acceder a la pastoral en cuestión y, si tienes tiempo y humor, te recomiendo que lo hagas. Aunque sea pretencioso resumir un texto de treinta páginas en un renglón, te adelanto que la carta episcopal aboga por una economía al servicio de las personas, algo que se da obviamente de tortas con el neocapitalismo imperante, consentido y disfrutado por el neosocialismo gobernante. Y perdón por el aparente sofisma. El caso es que los pescadores en el río revuelto de la crisis pueden seguir durmiendo tranquilos, porque, salvo los obispos y cuatro románticos, no parece que, a corto-medio plazo, nadie cuestione el «ordenado» desorden económico que ellos nos imponen. Desde luego, las generaciones jóvenes no parecen tocadas por especiales ínfulas revolucionarias. Y mira que tienen motivos nuestros jóvenes para salir a la calle, pero ni las alarmantes cifras de paro, ni los salarios-basura, ni las dificultades de acceso a la vivienda... parecen razones de peso para sacarles de casa. Y en eso quizá tenemos buena parte de culpa los adultos, que les hemos acostumbrado a vivir en una especie de burbuja, que les preserve del mundanal ruido. Eso sí, la juerga y el botellón del fin de semana que no falten. Como si el narcotismo fuese el mejor remedio contra el neocapitalismo... Afortunadamente siempre hay un resto de jóvenes que no han caído en esa narcolepsia y ese envejecimiento prematuro, pero el resto es demasiado débil, de momento, para ser levadura en la masa.

Los que sí han salido a la calle han sido los vecinos de Ventanielles afectados por la falta de calefacción en el colegio de sus hijos. Las administraciones local y autonómica, que han despilfarrado lo que no está en los escritos, se han quedado sin euros y se tiran los trastos mutuamente, mientras los niños del populoso barrio estudian ateridos. Desde luego, en nuestra región se cumplió aquel oráculo que lanzara al viento el bufón de la transición, de apellido bélico, según el cual «en unos años a España no la conocería ni la madre que la parió». Precisamente su hermano fue uno de los primeros de una y muy larga lista de tramposos, que operan con tu dinero como si fuera de ellos.

Volviendo a los jóvenes, desde el Obispado nos mandan que les invitemos a la Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrará en Madrid el próximo agosto, con la presencia del Papa. Servidor intenta ser obediente y aprovecha la coyuntura para invitar a dicho evento a los jóvenes que lean esta carta. Pero, de paso, confieso que no soy muy entusiasta de estas movidas. Doy fe de que una buena parte de los jóvenes que acuden a ellas retornan encantados, e incluso suelen nacer en esos encuentros vocaciones a la vida consagrada. Pero la formación de jóvenes es más tarea del día a día que de eventos esporádicos. Estos encuentros pueden ayudar, pero, sin un proceso de entrada y otro de salida, no dejan de ser anecdóticos en la vida de sus protagonistas. Vamos, que los jóvenes precisan más encuentros frecuentes de Emaús y/o Betania que solemnes entradas en Jerusalén.

José Manuel Fueyo Méndez, párroco de Nuestra Señora de Covadonga, Oviedo

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