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La despedida de don Raúl, obispo auxiliar

30 de Marzo del 2011 - Jesús González Lobo (Oviedo)

Ante la duda de escribir o no esta carta consulto a mi conciencia y al horóscopo, soy Sagitario y leo: «Sus amigos tienen una idea diferente acerca de lo que usted debería hacer o decir. No importa qué. Sea usted mismo y sea feliz». Sí, don Raúl, le falta poco menos de un mes para irse al nuevo destino, Ciudad Rodrigo. Nos alegramos por usted y lo sentimos por nosotros. ¡Enhorabuena! Estos años de noviciado episcopal le habrán servido de mucho: conocer a la Asturias, Patria querida; al clero asturiano, que le ha recibido con los brazos abiertos; a todos los que se ha encontrado con un obispín joven, inteligente, humilde y dispuesto a ayudar en lo que ha podido. Así somos los asturianos. Así queremos a nuestros obispos. La primera vez que le encontré a la puerta de la Casa Sacerdotal le saludé y me dijo: «Ya te conozco. Ya me hablaron de ti». No me dijo quién, sospeché en Cadrecha, y recuerdo que le dije: Yo a los obispos los tengo catalogados, primero por su comportamiento con los sacerdotes y segundo por su pobreza. Y de esto es usted un testimonio para mí. Seguro que le habrá dado tiempo para conocer la trayectoria de los auxiliares antepasados: obedecer, trabajar y callar. Un auténtico noviciado. Así, creo yo, es la misión del auxiliar. Cierto día, en mis frecuentes visitas a don Gabino le dije: Tengo un remordimiento y un convencimiento de que le ha perjudicado ante la Nunciatura y Roma el buen comportamiento que ha tenido con dos secularizados, y don Gabino se sonrió y cambió de conversación. Sin sentido encontré que a don Gabino no le hicieran cardenal. Creo que Paquín, hoy cardenal, llamó a don Gabino para decirle: «Esto te pertenecía a ti». Todos los días rezo por usted, don Gabino. Que la Santina le conceda «larga vida».

Don Raúl, me voy saliendo por la tangente pero esto me viene bien para darle un consejo: Todos los sacerdotes somos iguales y todos tienen que ser queridos y respetados por su obispo. Don Gabino es un ejemplo a ver, estudiar e imitar. Seguro que le ha dado tiempo a conocerle bien. Imítelo.

Usted estuvo a las órdenes de don Carlos, hoy arzobispo de Valencia, y ahora de don Jesús. Don Jesús está en tiempos de merecer. Todos tenemos los ojos puestos en él. Un hecho que me ha conmovido. Me encontré hace pocos días con don Domingo Benavides en Correos. Los dos íbamos a verificar unas cartas. Me dijo que escribía a don Jesús, el arzobispo. «Me felicitó en mi cumpleaños. Me conmovió. Es una carta no protocolaria, sino afectuosa, cariñosa, y tengo que responderla». Yo conozco a don Domingo bien. Fue mi padre espiritual en filosofía. De él mantengo esta frase: «Para ser castos no hay que ser como flores, sino como robles». Fue cura en Ibias, formador en el Seminario, profesor en Magisterio y en Instituto; director en Cáritas y sociólogo convencido. Él me dio un dato más para catalogar a nuestro arzobispo. Me alegré de verdad. Don Jesús entró, ya lo venía siguiendo, en la lista de las personas a imitar. Este dato de que se preocupara de un sacerdote ya jubilado, que pasara tres nóminas a Cáritas, que haya venido, estaba en Madrid, al funeral del deán de la Catedral, mi amigo Panda, que hace pensar que usted es la persona, el pastor que necesitamos en Asturias. ¡Ánimo tocayo!

No todos tenemos la capacidad y posibilidad de exponer las realidades de nuestra vida como el cura Bardales, aunque es totalmente cierto que la realidad y la verdad no hay por qué ocultarlas. Muchos sacerdotes, en este caso me refiero a los jubilados de la Casa Sacerdotal, tienen en su haber un «currículum» extraordinario: iglesias construidas, reparadas, casas sacerdotales, centros sociales, comedores, roperos... Gracias a ellos la Iglesia con mayúscula es la única institución que este año ha subido en recaudación. Los ciudadanos sabemos bien quiénes fueron y cómo evangelizaron. «Obras son amores y no buenas razones».

Don Raúl, en mi vida han pasado por mi aula más de tres mil alumnos, en el Seminario, Magisterio, en el Escamplero, en La Corredoria, en Cangas del Narcea, en Jarrio y en Navia. Y para terminar un dato curioso. En un centro, que prefiero no mencionarlo, cuando salió la ley de quitar todos los símbolos religiosos llegaron a mi aula el director y un concejal del Ayuntamiento para mandarme quitar el crucifijo y un cuadro de la Santina. Me negué y les dije: Quitadlos vosotros. Dieron la vuelta y marcharon. Allí quedaron todo el curso. Así pues «qui potest capere capiat». Adiós, Raúl. Sea usted siempre el mismo y sea feliz. Ha nacido para cosas mayores. «Ad maiora natus es».

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