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España saca pecho

3 de Abril del 2011 - Isabel Fernández Bernaldo de Quirós (Madrid)

España, de nuevo, saca pecho en misiones de paz tintadas de guerra. Bajo el palio del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, bajo el manto del establecimiento de una exclusión del espacio aéreo y el uso de todas las medidas que sean necesarias, nuestro Gobierno no ha dudado ni un momento en contribuir a proteger a la población libia dando un paso adelante, poniendo a disposición de la OTAN sus bases militares, un importante material bélico, cuatro cazas F-18, un avión cisterna, un avión de vigilancia, una fragata, un submarino y un significativo contingente humano.

Y todo ello, antes de que el Parlamento se reuniera para aprobar, o no, la decisión gubernamental; y todo ello, cuando ayer ya se estrenaban dos de nuestros aviones de combate en esta aventura de salvación a base de bombardeos.

A día de hoy, el escaso consenso obtenido por los distintos gobiernos el día 17 de este mes para que la resolución de la ONU pudiera poner en marcha sus objetivos ya empieza a resquebrajarse. Y es que, como cada país no hace más que mirarse su importante ombligo y actuar después según los dictados de tal original oráculo –basado en lecturas de intereses petrolíferos, del mantenimiento de excelsas cuentas bancarias, de réditos partidistas, de la venta y consumo de armas, etcétera–, el resultado de todo ello puede ser demoledor. Para los que no entendemos nada de esto, las decisiones tardías de la ONU y las indecisiones de los distintos gobiernos nos parecen altamente desconcertantes y alarmantes, y que lo único que consiguen es transmitirnos inseguridad y desconfianza.

Muamar el Gadafi pasó de ser un terrorista que dio apoyo a diversas organizaciones terroristas, como él mismo lo era, a comportarse como un mandatario tintado de socialista, que socializó cuanto pudo y se convirtió, por obra y gracia del petróleo, en una figura relevante a la que agasajar y con la que negociar, a ser hoy persona non grata que hay que liquidar, o no, dependiendo de los intereses de según qué países.

Muamar el Gadafi nunca cambió, simplemente aprendió a disfrazarse de lo que no era para poder codearse con todo tipo de gentes y gobiernos. Hoy todos ellos se echan las manos a la cabeza, y algunos, también a las armas.

Y ahí estamos nosotros, de nuevo sacando pecho y en primera fila, dando lo que no tenemos y empobreciendo aún más nuestras arcas. Apostar por la guerra no sólo cuesta dinero, sino muchas víctimas, sobre todo, si desde el primer momento está mal diseñada y mal consensuada. Zapatero no quiere que le nombren a Irak o a Afganistán, no es el momento de entrar en comparaciones ni polémicas, dijo en rueda de prensa. Pero yo opino que sí, que es oportuno, que de los fracasos se pueden, y se deben, sacar importantes lecciones.

Como también, que cuanto menos nos expongan al blanco de los fanáticos terroristas, mejor que mejor. Sus heridas aún nos sangran.

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