Isabel o la soledad sonora
En esta sección de los lectores, podemos leer cartas de Isabel con alguna frecuencia. Nunca escribe Isabel para lucirse o por matar el tiempo. En cada uno de sus textos echa un cuarto a espadas por la justicia o por la verdad. Por eso, por ser justo y verdadero, su testimonio es además bello. En una de sus cartas aún reciente se duele Isabel de soledad con muy vivo sentir. Creyente sin comunión en su Iglesia, militante sin representación en su partido.
Decir que la singularidad aísla es incurrir en redundancia, pero a veces hay que ser redundante para dejar las cosas claras. A Isabel es la singularidad de su valor lo que la deja sola; su defensa de lo justo en sí y de lo verdadero en sí, sin atender a lo que la tribu considera verdadero y justo. Lo socorrido en estos casos es animar al solitario con el consabido no estás solo, estamos contigo. Como si lo demás tuviésemos a mano el valor de ser valientes, como se tiene una tarjeta de crédito o un carné de conducir; como si el valiente no se quedara solo precisamente porque los demás somos cobardes.
Poco o nada arreglan las cosas las mentiras piadosas, pues en ellas siempre hay mucho de mentira si es que hay algo de piedad. Aguanta, Isabel, que tu soledad es sonora. Y de oro la enseñanza que en ella se hace oír. Isabel Coraje. Isabel González Fernández-Argüelles.
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