Por si queréis guardarlo
Recordatorio de recordatorios. Lo esencial es invisible a los ojos.
Saint Exupéry
Tenemos aquí sobre la mesa del ordenador uno de los poemas de José Ángel Buesa, titulado «Se deja de querer». Ahora mismo acabamos de repasarlo por enésima vez, después de leer un artículo/informe de Marta Fontán titulado «Rupturas matrimoniales»: «La separación está en vías de extinción, la mayoría de parejas con problemas opta por cortar por lo sano». Va, nuevamente, el «Se deja de querer», por si queréis guardarlo:
«Se deja de querer, y no se sabe por qué se deja de querer./ Es como abrir la mano y encontrarla vacía y no saber, de pronto, qué cosa se nos fue./ Se deja de querer, y es como un río cuya corriente fresca ya no calma la sed;/ como andar por el otoño sobre las hojas secas/ y pisar la hoja verde que no debió caer./ Se deja de querer como quien deja de andar por una calle, sin razón, sin saber;/ y es hallar un diamante brillando en el rocío, y que, al recogerlo, se evapore también./ Se deja de querer, y es como un viaje detenido en la sombra, sin seguir ni volver;/ y es cortar una rosa para adornar la mesa,/ y que el viento deshoje la flor en el mantel./ Se deja de querer, y es como un niño que ve cómo naufragan sus barcos de papel;/ o escribir en la arena la fecha de mañana y que el mar se la lleve con el nombre de ayer/ Se deja de querer,/ y es como el libro que, aun abierto hoja a hoja,/ quedó a medio leer;/ y es como la sortija que se quitó del dedo,/ y sólo así supimos que se marcó en la piel./ Se deja de querer y no se sabe por qué se deja de querer...».
Amables y queridos lectores, despedida y cierre. No, no, no, no, nunca se deja de querer. Ayer tempranín leímos el trabajo de David Orihuela respecto a «un sacerdote asturiano, joven y recientemente ex cura que se ha enamorado de la política sin abandonar el respeto y cariño que lleva y llevará para siempre en su corazón. Érase una vez.
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