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Y encima con gripe

29 de Marzo del 2011 - Marino Iglesias Pidal (Gijón)

Aunque la mitad del castigo me lo tengo merecido, porque ¿qué obligación tenía yo de leer Camino de hierro? Otra cosa es la gripe. No he hecho nada para ligármela, pero ella erre que erre, que si no me pilla no descansa. ¡Y me pilló! ¡La madre que la parió!

No es el caso de la novelita. No se me impuso. Fui yo, de motu propio, el que se metió en esa sinsustancia. Claro que en cierto modo está justificada mi tontería: no soy adivino. Aunque no fueron necesarias muchas páginas para advertir la cursilería que se me venía encima, de ahí que fuera leyendo entre líneas, saltando muchas de ellas, la injustificada egolatría de Paula el personaje central - y su rojismo fosforescente, propio de todos estos progres que no han vivido la experiencia, y saben de la guerra civil española lo que han querido oír y que usan, con los escandalosos aspavientos y faltona algarabía que les son propios, como cebo, evidentemente muy efectivo, para pescar subvenciones y premios. Un rojismo que yo veo como el único motivo por el que se le haya podido conceder a la autora el Premio Primavera que obtuvo con esta plasta. A la tal Paula la acompañan la estúpida e injustificada pleitesía que le rinde el patético y lacrimoso Rodrigo, y el rechinante y desmesurado aprecio de Francesca, personajes, ambos, de su exiguo entorno.

Como exigua es la novela, menos mal, que además dedica páginas y páginas a reproducir las escritas por otros autores. Y dice la galardonada que estuvo ¡un largo decenio madurando la novela! ¡y dos años para volcarla en el papel! Anda que si se le ocurre ponerse con la Teoría de la Relatividad

Pero, en definitiva, lo que cuenta es lo que se puede contar, con la habilidad dactilar de un cajero de banco de los de antes ahora ya hay máquinas que se encargan de eso , o con la reconfortante, para el contante, parsimonia con que Nativel Preciado pudo haber manejado los 200.000 euros del ala. Un ala del color de las de mis palomas, a las que, siendo niño, pintaba con anilina roja para distinguirlas de otros bandos en el cielo; cielo nada selectivo al que, desafortunadamente, hoy en día cualquier afortunado listillo/a puede trepar.

Y ahora voy con mi gripe, que me está matando, a morirme en la cama.

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