Ninguna marca es imbatible
Siempre, en todos los órdenes, aparecerá un más que superará al más habido hasta ese momento.
No tengo duda de que en algún ligar del mundo hay una mujer más hermosa que la muchacha que un día me provocó la callada exclamación, ¡es la mujer más hermosa que he visto en mi vida! considerando únicamente su aspecto físico y, dando por hecho que existe, no es imposible que en determinado instante pueda ofrecerse a mis ojos.
Pues igual que recuerdo la cúspide que colmó mi sentido estético, también tengo claro el asalto más repulsivo que sufrió mi sensibilidad. Se produjo en un hotel guayanés hace un montón de años. Las habitaciones circundaban un amplio patio central de forma rectangular. Se trataba de unas líneas de construcción corrida, empatadas en las esquinas y con tabiques interiores separados cada tres metros que limitaban cada uno de los cuartos.
Dejé la maleta sobre la cama, tuve un ligero sobresalto al echar a andar el aire acondicionado; las paredes y el techo, de Uralita, se estremecieron tal como si fueran a derrumbarse, y yo estaba allí expulsado por un terremoto desastroso vivido a mil kilómetros del lugar; de manera que no pude evitar que un respingo me recorriera la espina dorsal. Permanecí expectante durante unos segundos. A continuación, ya convencido de que no se estaba produciendo ningún movimiento telúrico, me oriento hacia el armario y abro su puerta ¡AAAAAAAAAAAA! Se produjo una tromba de cucarachas voladoras en ululante estampida hacia el exterior.
La verdad que, al menos de momento, no doy con las palabras para describir la impresión, pero estoy absolutamente convencido de que Usain Bolt no habría cruzado el patio hasta la recepción en menos tiempo que yo.
Algo parecido, pero de una carga emocional más compleja, me viene ocurriendo, cada vez con mayor intensidad, al abrir el periódico o conectar el televisor de hecho hoy ya decidí no ver la prensa, y televisión bien poca hasta mañana sábado a las seis de la tarde -, cuando hago esto, no es que salga corriendo para estrellarme en la pared de enfrente, no, pero sí tengo un movimiento de arco reflejo echando hacía atrás la cabeza que, pienso, puede acabar lesionándome las cervicales. Y es que ahora no sólo veo el enjambre de cucarachas saliendo de la pantalla, es que además del bosque veo los árboles, veo el enjambre y veo las cucarachas una por una, ¡y tienen cara! Está la cucaracha con la cara de Zapatero, las que tienen cara de Blanco, de Pajín, de Bono, de Chaves.
Horrible, horrible, horrible. Si sobrevivo a la gripe no sé qué va a ser de mí.
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