Apreciaciones

5 de Abril del 2011 - Heradio González Cano (Oviedo)

Ajeno siempre a cualquier lisonja, no es ni será mi estilo. No me es posible dejar que la pluma (bolígrafo) se quede durmiendo entre mis dedos (no uso ordenador, a lo Gracia Noriega) sin escribir algo después de haber leído ensimismado (LA NUEVA ESPAÑA, 29-03-11) a tres destacados articulistas, escritores amigos, que como otros tan asturianos, universales, ocupan especiales palpitaciones en mi corazón, como son, primero el recio y sensible poeta Celso Peyroux, tevergano muy ejemplar en múltiples aspectos, uno de los voceros principales del deslumbrante terruño, su cuna, que lo vio nacer, nada menos que en la llamada «ventana del paraíso»... Verde orografía de ondulados caminos y romanas calzadas, como el cordal de la Mesa, por la sierra de Sobia, o la de Tameza, donde se alza Marabio... Ya lo invocamos hace 21 años, en inolvidable cita cultural, en mi obra «Rubén Darío, siempre», página 66, con motivo del 90.º Aniversario del poeta en Asturias... Bien. «Sin novedad en Teverga, mi general», es sencillamente todo lo escrito, todo un poema y es que su prosa nace seguramente de lecturas quijotescas; sus infantiles juegos que nos hacen recordar los nuestros y concluyendo con telúricos desastres de la naturaleza: «Zipango, donde la tierra y la mar se enajenaron con los seres humanos...». Por ello «es necesario revisar el «Estado del bienestar»...». Globalmente, pobre Japón, vale la pena revisarlo... Como lo de Haití, no se levanta por culpa de unos ladrones... ¡qué pena! Lo de siempre...

Seguimos lectura. «Delirios de grandeza en Pola de Siero», nada menos que del lugonés «Morocho», José Antonio Coppen, ejemplar ciudadano, inconfundible sobresaliente persona de letras, amador de su pueblo, de sus gentes, predicador acertado para indicarnos lo que se hace de bueno como de malo, especialmente en el seno de los políticos, como en el de los ajenos a ellos, en el «terruño del dios Lug» del que hace más de dos años ya hemos escrito (LNE, 16/10/2008), indubitadamente merecedor, como lo proclamamos recién en el mismo diario, de Siero como de Lugones, ser «Hijo predilecto»... Los hechos, bien lo sabemos, son amores, no buenas razones, y menos incalificables, bastardos intereses. Se debe obligadamente leer su obra histórica, magistral, «Lugones, radiografía de mi pueblo», ya sólo con eso, sin mencionar sus otros libros, para que tengan íntima conciencia, de si el autor no es digno de vital reconocimiento... Y éste, su impertérrito mensaje, para los «anestesiados» que miran para otro lado cuando hay que mirar de frente: «no toda la culpa la tienen los políticos, el pueblo en general está anestesiado...» que lamenta en calidad de hombre de a pie, urbano, por que haya armonía, bienestar, felicidad, si no hay esto de verdad, le duele. Personas así son una luz que mientras viven jamás se apaga, e incluso, pensamos, cuando de la mano hacia lo desconocido en brazos de la fe o en lo que creamos, a todos desnudos, como cuando a este mundo venimos, queramos o no, ya mudos, sin rechistar..., nos lleve la Parca. Mas no perdamos el buen humor que siempre a sus semejantes con una sonrisa, nos alegra pública o privadamente, ¡Coppen!

Y, ahora, para concluir, viene la insoslayable tacita «Primer café» de Félix Richard que no hay lector, seguro, que de manera cotidiana deje de leer, quien nos sigue recordando al glorioso hijo de Cruces, universal poeta cubano José Ángel Buesa, el de «Las fugas de las horas», «Misas paganas», «Poemas de la arena», «Cantos de Proteo», entre otras obras poco conocidas, que vive aún en el corazón de todos aquellos que hablan allende y aquende los mares la lengua de Cervantes, con un solo poema: «Se deja de querer»... que al releerlo, de inmediato, como en otras ocasiones parecidas me comuniqué con él para felicitarle y a la vez hacer también mía su rotunda manifestación contraria a la que nos versa su cubanísimo autor... «No, no, no, no (mil veces, no), nunca se deja de querer», bien que lo sabe su idolatrada esposa, Marina, cuyo nombre nos recuerda a la amada del conquistador extremeño Hernán Cortés por los ricos y encantados caminos de México; y no le digo al sorbedor de la tacita «su mujer», porque esta nominación sólo la dicen los casados respecto de sus amantes que en las Españas no suena a lo mismo; igualmente lo sabe mi querida esposa carbayona, Mari Carmen, con quien llevamos juntos largos años, 47, y más ahora en sus operadas dolencias y que también en este escrito se une para enviarles un fraternal beso, sin olvidar el humorístico consejo, de «ciertos cuidados movimientos»... (LNE, 30/03/11), ¡ja!, ¡ja!, ¡ja!... Para concluir permitidme, glorioso Félix, que juntos, de Rubén Darío hagamos nuestro sus sentimentales versos, que bien podrías recitarle al oído a su «excelentísima», como lo hago yo con mi asturiana: «Mía: así te llamas./ ¿Qué más armonía? / Mía: luz del día;/ Mía: rosas, llamas./ ¿Qué aromas derramas/ en el alma mía,/ si sé que me amas,/ ¡oh, Mía!, ¡oh Mía!/ Tu sexo fundiste/ con mi sexo fuerte,/ fundiendo dos bronces./ Yo, triste; tú, triste.../ ¿No has de ser, entonces,/ Mía hasta la muerte?»... Para los dos, ¡va otro beso!

Heradio González Cano

Oviedo

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