¡Caras!

13 de Abril del 2011 - Ismael Almanza Riesco (Pola de Siero)

Pocas cosas más repugnantes habrá en la conducta de una persona que la utilización de su cargo público para lucrarse ilegítimamente.

Nos parecía que en este Paraíso Natural del Principado estaríamos inmunizados contra esos malos hedores, pero resulta que no, que también aquí se nos ha colado la contaminación, precisamente por el punto más sensible de la moralidad política, la Consejería de Educación, que a partir de Riopedre debería llamarse de Mala Educación. Las malas artes utilizadas por el exconsejero y algunos estrechos colaboradores son, sencillamente, inconcebibles en la más alta jerarquía educativa asturiana, y nos recuerdan la política gansteril de un antiguo director general de la Guardia Civil.

La permanente mala cara (enfermiza) de Riopedre nos hacía ver a un señor con cara de bueno, libre de toda sospecha. Pero una vez más se ha comprobado que las apariencias engañan y que, una vez descubierto el engaño, aquellas experimentan una metamorfosis muy particular. No hay más que fijarse un poco en las imágenes publicadas recientemente en la prensa regional para darse cuenta de que, tras su paso por Villabona, la buena mala cara de Riopedre se ha transformado en cara de malo. Es algo más que una simple cuestión de perspectiva.

Pero seguramente que ni antes era tan bueno como anunciaba su mala (enfermiza) cara ni ahora es tan malo como parece. Lo más probable –y esto sería lo más grave– es que se trate de la herencia de una práctica habitual que viene de lejos. Recuerdo que hace ya unos cuantos años se presentó un buen día en nuestro instituto de Secundaria un caradura con cara de malo, a la sazón consejero de Educación. Venía a inaugurar las zanjas de lo que serían los cimientos de lo que sería una ampliación del centro. Se preparó un pincheo en la cafetería del instituto para celebrar la inauguración de los agujeros (cosa muy habitual ésta de empezar la casa por el tejado) y de paso agasajar al ilustre visitante, tras lo cual tuvo la gentileza de reunirse con los profesores para una especie de rueda de prensa. Al preguntarle por el control o ausencia del mismo sobre los fondos monetarios que se mueven más o menos subterráneamente por la Consejería, reaccionó airadamente como si le hubiesen dado en la diana, y de forma muy poco democrática me vino a decir que tales ideas latentes eran impropias de un enseñante y que le hacían indigno (sic) para el ejercicio de la profesión. El muy digno no nos dijo, por ejemplo, cuánto se embolsaría por ir a bendecir los agujeros. El caso es que mis dudas de entonces se han confirmado ahora.

Recientemente hemos venido preguntando en público y en privado por los dineros presupuestados para pagar a los no firmantes del cheque en blanco y negro de la inexistente carrera docente. Ni en público ni en privado se nos ha dado la menor respuesta, y es sintomático de la calidad política regional que ningún grupo, ni del Gobierno ni de la oposición, se haya molestado en corregir la flagrante injusticia cometida en el seno mismo de la consejería de Educación, antes al contrario, han colaborado a esa injusticia conculcando sentencias judiciales.

Tras el «desastre Riopedre», esperemos que su cariacontecido sucesor, experto en salud medioambiental, se aplique a sanear el maloliente entorno que le han encomendado. Y ya ha empezado: anuncia para los no firmantes del cheque en blanco y negro una nueva oportunidad de rubricarlo y, como para justificar el cobro del mismo, una somera inspección tópica sin importancia que todo el mundo con cinco años de docencia y dos dedos de frente podrá superar. ¿Para este viaje necesitábamos tales alforjas? Se inventarán cualquier cosa con tal de atusar la cara.

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