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De Gabino a Cascos

20 de Abril del 2011 - Martín Montes Peón (Oviedo)

Si de alguna materia política no caben demasiadas dudas para el respetable en general, es la certeza de que en la penúltima e inmerecida gran crisis surgida en Asturias por cuestiones relacionadas con el poder, hubo dos actores principales. Se trata, como no podía ser de otro modo, del que todavía es alcalde de Oviedo, y de quien legítimamente aspiraba a ganar primero y gestionar después, los destinos del Principado de Asturias.

Ante tan incrédulo panorama, pues parece que no hubiese existido cuestionamiento alguno para que Álvarez-Cascos presidiera el Principado de haber sido cabeza de cartel con el PP, cabe reflexionar que, aparte de la evidente falta de olfato político de la dirección de un partido presidido por un acomplejado Mariano, se hayan impuesto los métodos más pueblerinos y caciquiles a manos de unos políticos locales y provinciales, tan estrechos de miras como de inteligencia política. Así las cosas, se hace irremediable establecer las lógicas comparaciones entre los dos personajes artífices de este desaguisado y tratar de hallar las causas que llevan a un partido político a renunciar a una victoria prácticamente segura en una comunidad autónoma.

Habría que empezar por aclarar que la persona que preside este partido en Asturias, además de haber perdido todas las elecciones a las que se ha presentado, hace largo tiempo que tampoco ejerce como tal. Ovidio Sánchez, con todos mis respetos para su persona, ha carecido de la iniciativa y personalidad propias de quien aspira a liderar una formación política, y esa debilidad manifiesta de la que es seguro acreedor es la que ha dado cancha a una persona que, como Gabino de Lorenzo, no ha ocultado sus ambiciones, por más que como político deje todo y más que desear, y cuya credibilidad electoral fuera de Oviedo quedó completamente demostrada con la severa derrota electoral sufrida cuando se empecinó en encabezar la lista para el Congreso de los Diputados en las generales de 2008. Por otro lado, a nadie se le escapa que el vergonzoso tinglado que se ha generado con el asunto de «Villa Magdalena» bien podría acabar por inhabilitarle judicialmente para continuar haciendo de su capa un sayo, porque lo que es políticamente está agotado, y a mayor abundamiento, creo que va siendo hora de prescindir de una persona que habiendo confundido el Ayuntamiento con su finca particular, e incluso saltándose las más elementales normas democráticas para con la ciudad y con su propio partido, pretenda continuar mangoneando Oviedo y aspirar a hacerlo en toda Asturias a través de quien él mismo impuso como candidata, a la cual, por cierto, la verdad es que no conocemos de nada.

Con estas premisas no hay que extrañarse del inevitable enfrentamiento que ha tenido con Cascos. Para empezar, el señor De Lorenzo, acostumbrado a ser el gallo del corral, avezado a la corte de pelotas que en forma de dóciles concejales le adulan y alaban desde por la mañana hasta por la noche, un día sí y otro también, y consciente de que el liderazgo de Ovidio era lo mismo que nada, la sola idea de que apareciese un político de verdad, con el suficiente carisma, las ideas claras, la experiencia contrastada en una buena gestión y con opciones reales de alzarse con la victoria, es evidente que le iba a trastocar todos sus planes para continuar siendo el tuerto en el reino de los ciegos en el que ha convertido su partido en Asturias. Por mucho que ese político de garantías responda al nombre de Álvarez-Cascos y que perteneciera a su misma formación, quedó medianamente claro que primaron más los intereses personales y los oscuros tejemanejes maquiavélicos, que la perentoria necesidad que Asturias tiene de dotarse de unos buenos gestores que nos saquen de la situación que padecemos.

Obviamente, la comparación entre estos dos personajes, Gabino y Cascos, no aguanta ni un solo asalto. Mientras que el primero dispone de un perímetro político que acaba justamente donde lo hacen los límites de la ciudad de Oviedo, el segundo lo ha sido todo en el partido y en el Gobierno a nivel del Estado. Mientras que la gestión de Gabino puede conducirle a abandonar la política por la puerta de atrás, que además ha sumido al municipio en unos niveles de deuda insostenibles, por no decir que su estilo de gobierno raya con la egolatría, cuando no con el mesianismo, a quien supuestamente ha querido defenestrar, el señor Cascos, con independencia de que despierte más o menos simpatías, goza del aval político suficiente que garantizan la gestión, el trabajo, el sentido común y la capacidad suficiente para liderar la Asturias que la gran mayoría deseamos.

No pretendo, ni quiero estarlo, pero si por un momento pudiera hacerlo en la piel de Javier Fernández, candidato del PSOE, iría pensando en qué lugar instalar una bonita estatua ecuestre de Gabino, pues va a ser gracias a este último, casi seguro, a quien le deba el honor de suceder a Tini Areces. A pesar del claro desgaste de los socialistas, compensando probablemente con el ascenso de Izquierda Unida, del seguro retroceso del PP, con una candidata muy conocida en su casa a la hora de cenar, y la imposibilidad de que a estas alturas del partido, los ocho o nueve diputados que puede sacar Cascos vaya a prestárselos como si tal cosa a quienes forzaron su escapada; si uno fuera Javier Fernández, iría pensando en los nombres de los consejeros del próximo Gobierno de Asturias. Mas si a esto añadimos, que cuando escribo estas líneas acabo de conocer la noticia de que Zapatero ha optado por irse a casa, entonces todavía puede hacerse más creíble la predicción que he plasmado. La verdadera lástima es que la alegría no sea completa, porque, por el mismo precio, Rajoy podía hacernos el favor de emular al Presidente y hacernos un poco más felices a la gran mayoría de españoles.

Martín Montes Peón

Oviedo

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