Matrimonios

11 de Abril del 2011 - José Manuel Poncet Pérez (Salinas)

Han pasado unos dos años que no veía a mi amigo Gundemaro Rentafija pero tal felicidad no podía durar mucho tiempo. Lo vi venir a velocidad de crucero por lo que intenté disimular parándome delante del escaparate de una tienda en la que vendían catapultas de segunda mano. Pronto noté que alguien se apoyaba en mi hombro mientras la voz de Gundemaro decía: ¿Ya no te acuerdas de mí?.

Intenté disculparme pero rápidamente Gundemaro me interrumpió: Es natural, he estado viviendo en Furmachundia durante casi dos años. ¡Gran país, paradigma de libertades. Pregunté a Rentafija a qué venía lo de gran país ya que Farmachundia no aparece en ningún mapa. Gundemaro respondió: La grandeza no se mide en metros cuadrados, (esta frase me resultaba lejanamente familiar, probablemente era de Protágoras de Abdera). Mi amigo continuó: Su grandeza viene de su régimen de libertades. Como sabes, hace pocos años allí aprobaron una ley sobre matrimonios del mismo sexo y ahora, debido a la inmigración, han adoptado las leyes de los países de orígen de los inmigrantes en materia de matrimonio. Es decir, han aprobado la poligamia y la poliandria.

Al oir esto me quedé de piedra pómez y le dije a mi amigo que aquello no me parecía un progreso sino un retroceso en las libertades ya que la poligamia era propia de sociedades primitivas y poco liberales. Estás equivocado- dijo Gundemaro - han extendido sus leyes para que abarquen todas las culturas, la poligamia es buena en sí misma y no vamos a hacer que los polígamos sean ciudadanos de segunda. El único problema que se crea es el de los laberintos genealógicos.

Pedí a mi amigo que explicase eso de los laberintos genealógicos por lo que Gundemaro prosiguió: El caso más sonado fue el de Mamprónidas, el acuñador, que era ambidextro, es decir, se enamoraba tanto de hombres como de mujeres. Tuvo a bien Mamprónidas casarse con Eulamia, hermosa joven hija de una buena familia de editores de últimas voluntades que, por aquel entonces se había convertido al arrianismo. De aquella feliz unión nació un hermoso niño negro al que llamaron Apuleyo y que fue la dicha de aquellos venturosos padres. Pero no hay felicidad eterna, durante la lactancia Mamprónidas conoció a un cargador del muelle, Elmencio Ricaviña, del que se enamoró y, haciendo uso de la ley sobre la poligamia, combinada con la que autorizaba matrimonios del mismo sexo, se casó con él en segundas furcias.

La historia que narraba Gundemaro era sorprendente por lo que mi atención quedó absorta por su narración. Prosiguió Rentafija Eulamia, despechada, comenzó a salir frecuentemente de casa y, al relacionarse con otras jóvenes, se enamoró de una encofradora turca que se llamaba Abdona y que trabajaba en la construcción de un mausoleo para anacoretas. Hacendo uso de las leyes vigentes, (poligamia, poliandria y homomatrimonio), Abdona y Eulamia se casaron, con ello resultó que la cónyuge de Eulamia se convirtió en padre-madre de Apuleyo, cuyo padre era Mamprónidas quien, al haberse desposado con Elmencio convirtió a éste en madre-padre del niño. Al mismo tiempo, todos ellos eran cónyuges consortes y con patria potestad sobre Apuleyo.

Un infausto día, Abdona decidió divorciarse de Eulamia y pidió la tutela de Apuleyo lo que dio orígen a uno de los mayores embrollos judiciales de Farmachundia ya que todos los padre-madres del niño lo querían para sí mismos (o mismas). Elmencio quedó pronto descartado ya que, sobreviniéndole un profundo sentimiento religioso, ingresó en la orden de los Padres Sinónimos y se fue a las misiones donde logró implantar la filosofía del vademécum.

Los tribunales dieron la razón a Mamprónidas por lo que éste obtuvo la tutela de Apuleyo que ya tenía cierta edad y sobrepasaba a su padre en un año. Habiendo dejado atrás la niñez, Apuleyo encontró a Abdona en unos baños turcos. Ignorando que Abdona había sido la cónyuge de Eulamia, Apuleyo se enamoró y contrajo matrimonio con la bella turca. De este modo, Apuleyo se convirtió en el marido de Abdona que había estado casada con su madre Eulamia, era hijo de Mamprónidas y tenía una relación familiar con Elmencio, el cargador del muelle, que, por tanto era su padramadrastro.

En aquel momento pasó una moto con sidecar al que salté raudo intentando escapar de la narración de Gundemaro Rentafija. Tuve mala fortuna porque el motorista dijo: Me llamo Mamprónidas y estoy buscando a un tal Gundemaro Rentafija. Salté inmediatamente del sidecar y desperté en un sitio muy raro en donde unos señores vienen de vez en cuando y me ponen una camisa cuyas mangas atan a mi espalda. ¡Mamá tengo miedo!

Cartas

Número de cartas: 45948

Número de cartas en Septiembre: 52

Tribunas

Número de tribunas: 2083

Número de tribunas en Septiembre: 5

Condiciones
Enviar carta por internet

Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.

» Formulario de envío.

Enviar carta por correo convencional

Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:

Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo
Buscador