14 de abril, España necesita algunos Peces

Y un poquito de anticlericalismo, opina don Gregorio Peces-Barba. Su artículo «La laicidad, objetivo de la democracia en España» («El País», 12-04-11) levantó tal revuelo que pensé que se trataba de una bomba de profundidad en la línea de flotación del legado cristiano, macizo, matriz y meollo de la historia de España (según enseñan Menéndez y Pelayo y Sánchez Albornoz). Pero leo el artículo y me acuerdo del parto de los montes.

Produce don Gregorio la impresión de que quiere liquidar en una sola «braderie» toda la ferralla acumulada en largos y engorrosos años de docencia. Lean, si no, conmigo no sea que crean que invento: -En esta perspectiva, las ideas de participación, de derechos humanos, de Constitución, de Democracia, se situarán en las perspectivas (¿En esta perspectiva se situarán en las perspectivas?) de la secularización y de la laicidad e irán formando una ética propia (de quién) que ya no es la privada, sino la ética de las instituciones de los procedimientos (aquí le debió de comer Prisa una coma porque, si no, cómo se come una ética de las instituciones de los procedimientos), de los valores, de los principios y de los derechos, la ética de los ciudadanos como tales, que bebe de esas tradiciones morales, protestantes y del humanismo laico, que arrastran tradiciones libertinas, ilustradas, positivistas, científicas, darwinistas y republicanas. Así escribe Peces-Barba, seguramente como resultado de leer tanto en alemán. Y todas estas fuentes y meandros (les resume un servidor) confluyen en el abrevadero de la escuela pública de la III República francesa. De ahí que los franceses sean tan listos y frecuenten el excusado sin necesidad de ingerir agua de Carabaña. En cambio, aquí, cualquier ministra de Zapatero que ingiriese un solo pincho de esa empanada gregoriana reventaría ipso facto. Pues si pasa eso con la leña verde, echen cuenta con la seca. Estragos de un clericalismo secular.

Habla Peces-Barba de éticas modernas, como hablaría de ordenadores un jefe de ventas de Almacenes Pumarín; sólo le falta hablar de éticas de tercera generación. La modernidad es desde luego el valor supremo y don Gregorio toma el aperitivo con esa señora tan viajada, Doña Modernidad, en alguna terraza de la Gran Vía todas las mañanas. Que vayan desmontando el Partenón, esa lamentable antigualla.

-España ha sido una de las grandes perjudicadas del clericalismo, se lamenta don Gregorio, pensando sin duda en esa geografía erizada de flameantes catedrales. No le faltaron, sin embargo, a la patria ocasiones de probar los beneficios del anticlericalismo progresista (valga la redundancia); la Desamortización del siglo XIX tuvo el doble mérito de agravar la situación de los campesinos sin tierra (dejándolos en manos de rentistas sin escrúpulos) y de arruinar una parte esencial del patrimonio histórico. Cien años más tarde (en el 34, 36 y 37), en Asturias por ejemplo, nos dejaron hasta sin campanas (que tanta lata daban). Por no hablar de las matanzas, que en la perspectiva de una ética, no sé si darwinista, republicana o ataporquera, son peccata minuta, si no hazaña meritoria.

Los católicos sólo entienden del palo, se enfurruña el venerable padre de la Constitución y se queda tan pancho (aflora ahí la crianza en barriles de Cuadernos para el Diálogo). Son partidarios de todo lo que representa Doña Esperanza y no se puede esperar nada. Eso, «lasciate ogni Esperanza, voi chentrate». No esperéis que esos frikis flipen por el modelo Chaves (un modelo que la misma Iglesia debiera bendecir vistos los ubérrimos frutos que reporta a la familia). Se aprovecharán todo lo que pueden, en cuanto se les presente la ocasión, como en estas elecciones autonómicas. Porque ahí quería llegar Gregorio dando esa larga torera sobre la Europa secular y laica, a echarle una manita a Tomasín en las autonómicas (al Gómez que le ganó a Trini y que se merendará Esperanza como a un perrito caliente). Y para eso pide Peces-Barba nada menos que denunciar el Concordato.

-Todavía hay tiempo, pero poco. Dos urgencias le señala el Alto Comisario (no confundir con el alto comisionista, Iván Chaves) al Gobierno socialista que acompaña a Zapatero camino del andén, con las maletas en la mano: integrar a los proetarras en las instituciones y desalojar a los católicos de la vida pública. No es que a don Gregorio se le vea el plumero; es que lo despliega con la pavisosa vanidad del pavo. Sin embargo, este verano como los anteriores habrá cola en Ribadesella para echar el dominó con el Dómine. Ya se sabe, las élites riosellanas están muy influidas, desde Catalina la Grande, por Gambetta, Ferry, Rousseau (aunque con matices; los de IU tiran más a Gambetta, mientras los del PSOE se inclinan por Pufendorf y Tomasio).