Tomar medidas
O no llegan o se pasan. Por no tomar medidas a tiempo, el Gobierno municipal ovetense se tragó el camello de Villa Magdalena. Nadie dimitió por ello. Ahora se empeñan en colar el mosquito del tráfico en el casco antiguo, exigiendo a los usuarios no residentes que, cada vez que accedan a las calles de marras, avisen mediante correo electrónico. El que no tenga correo que lo instale. Ante tanta complicación, algunos, que entrábamos allí una vez a la semana para resolver papeles y otros asuntos de ciudadanos ovetenses, dejaremos de hacerlo. Una pena, porque nuestros coches servían de distracción para los turistas, que así no se fijaban tanto en el horrendo pegote del Museo Arqueológico, otro camello que se tragaron las lumbreras de la urbe. Para camello que nos tendremos que tragar entre todos, el del «sobrecoste» de la variante de Pajares: mil ciento cuarenta y ocho millones de euros. Has leído bien: 1.148, lo que convierte en calderilla los «sobrecostes» del HUCA y del Musel. Tampoco nadie tomó la medida de dimitir por ello. Ahí están todos, esperando entrar en las listas autonómicas o locales. Y, si no entran, crean otro partido y ¡a jugar! Así, donde nos bastaban tres o cuatro candidaturas, si contasen con programas bien definidos y distintos a los demás, tenemos un montón de listas, todas ellas similares. Vamos, que han convertido el cuasi sagrado acto de votar en una aventura similar a la de comprar yogures: ves el muestrario lleno de vasitos de todas las marcas, tamaños y colores, pero sabes que, más o menos, el contenido es el mismo. Todo ello precedido del insufrible ritual de insultos de la campaña y la precampaña, que cuestan también un pastón. Habría que tomar medidas para acabar con este circo, pero el caso es que la solución más fácil del problema es el cambio de legislación y eso sólo lo pueden hacer ellos mismos. A los electores sólo nos caben medidas extremas, como la abstención o el voto en blanco masivos... u organizar una revolución, como propone un editorial de la revista Autogestión. La lectura del texto de marras me hizo recordar tiempos pasados, en los que los mismos que hoy nos gobiernan, más jóvenes y menos maleados, hablaban de ruptura y de revolución.
Cambiando de tema, los hosteleros de Gijón piden que se tomen medidas contra los menores que participan en botellones. Y no les falta razón, porque no deja de ser absurdo que los menores de dieciséis no puedan comprar alcohol, pero puedan beberlo en la calle, dejándonos además allí sus vómitos, orines, vasos, botellas y demás. ¿Se atreverá el Gobierno de las prohibiciones a coger este toro por los cuernos? Va a ser que no. Otro que se ve obligado a tomar medidas, por razones de cargo, es el Arzobispo. Entre las adoptadas últimamente está la reforma de la curia y del mapa diocesano. Se supone que no será sólo retoque cosmético de cambio de nombres, sino que implicará algún cambio de personas. A destacar positivamente la recuperación de la Escuela Social, que un mal día enterró don Carlos Osoro. La reducción del número de vicarías parece lógica, aunque no pega mucho que el occidente regional se asimile a Avilés y el oriente a Gijón, máxime considerando que los vicarios no estarán liberados. Pero, en fin, tampoco vamos a enfadarnos por un vicario de más o de menos. El caso es que se vayan tomando medidas que contribuyan de verdad a mejorar la vida diocesana. Por ejemplo, distribuir mejor el clero; reducir el número de sacerdotes ligados a la Catedral y al Seminario, intentado un seminario común con las diócesis sufragáneas; tomar en mayor consideración a los órganos consultivos diocesanos, arciprestales y parroquiales; elaborar un plan de formación de niños, jóvenes y adultos, común a toda la diócesis; formar equipos de laicos que colaboren con los párrocos rurales más cargados de parroquias; promover una Caritas menos subvencionada y más crítica con los abusos y dejaciones de las administraciones; prestar mayor atención a templos y casas rectorales de las zonas rurales ... Vamos a dejarlo en siete, por aquello de que es el número de la perfección, pero seguro que se nos ocurren a todos otras realidades diocesanas manifiestamente mejorables, con las que habría que tomar medidas.
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