Cincuenta años de la desaparición de los almacenes El Encanto de La Habana
El 13 de abril de 1961 un pavoroso incendio originado por el estallido de varias bombas en cadena redujo a cenizas los almacenes, quizá más emblemáticos, de Centroamérica: El Encanto de La Habana. Se había fundado en 1888 por los hermanos Solís –Pepe y Bernardo– como tienda de telas. En 1900 entra en la sociedad otro asturiano, Entrialgo, y la empresa pasaría a denominarse Solís, Entrialgo y Cía El Encanto.
En su desarrollo tiene un protagonismo decisivo César Rodríguez, natural de Grado, un adelantado de la visión comercial en aquel tiempo que transformaría sustancialmente las normas de venta, pasando de la exhibición callejera de los productos y del regateo de los precios al mostrador y al precio fijo de los artículos. César llegó a Cuba en 1896 y acumuló cierta experiencia comercial en la isla, donde había trabajado entre otras en la empresa de asturianos Caso y Cía. 10 años más tarde ingresaría en El Encanto.
Tradicionalmente en aquel tiempo los ingresos de personal en las entidades comerciales se hacían como cañoneros o chicos para todo, sin embargo César, al margen de la relación familiar con los hermanos Solís, venía avalado por su profesionalidad, lo haría con categoría de dependiente y asumiría posteriormente el liderazgo en los sectores de compras y viajes al extranjero. El negocio sufriría una importante transformación de sus instalaciones en los años veinte estableciendo como novedad la parcelación de los departamentos, pionero en la América Latina. Los años cuarenta y sobre todo los cincuenta El Encanto convertido en almacenes de lujo alcanza su máximo prestigio y disputa a los centros comerciales de Estados Unidos la primacía del comercio en toda América. Las más destacadas figuras de la ciencia, el deporte y el espectáculo desfilan por los almacenes cubanos y Tyrone Power presta su figura en la publicidad de la empresa.
A pesar de la catástrofe que supuso la pérdida de la isla para España en 1898, nuestro país mantenía la casi absoluta hegemonía en el comercio y la industria en Cuba, así lo refleja una estadística doce años después –1910– de la independencia. Existían 45 casas importadoras de géneros (40 españolas), de 28 sociedades de ferreterías eran españolas 25 y de las 17 empresas importadoras de calzado 16 pertenecían a españoles, había 61 empresas de tabacos y cigarrillos de las cuales 40 y 14 respectivamente eran propiedad de españoles, de 62 casas de banca 40 eran de nuestra nacionalidad y un dato definitivo: en 1909 los españoles habían aportado al tesoro de la República un 85% de las contribuciones generales. De las propiedades de los españoles un tanto por ciento muy elevado correspondía a los asturianos, con dominio aplastante en algunos sectores como los importadores de género o calzado, ferreterías, tabaco, etcétera. El Encanto con su imparable progreso lideraría el protagonismo empresarial de nuestros paisanos en La Habana y el resto de la isla.
A primeros del pasado siglo se incorporarían al Encanto sucesivamente Pepín Fernández y más tarde Ramón Areces. La incorporación de Fernández supondría un fuerte revulsivo para los almacenes; desde su primer destino como responsable de la correspondencia comercial iniciaría una nueva etapa de las relaciones con los clientes imponiendo un estilo de redacción de las cartas en las que primaba la sencillez y el agradecimiento por sus compras o pedidos, nacía así un nuevo modelo de relaciones públicas comerciales en la que Fernández sería un maestro. Posteriormente impondría una nueva fórmula de venta: las rebajas. Otra cualidad destacada de Pepín Fernández sería su imaginación e intuición para la publicidad. Retornaría a España y en octubre de 1934, coincidiendo con la revolución en Asturias, inauguraba en Madrid Sederías Carretas en la calle del mismo nombre y más tarde en 1943 lanzaría Galerías Preciados. Ramón Areces, por su parte, regresaría a España recién terminada la Guerra Civil y adquiría una sastrería de nombre El Corte Inglés con la que empezaría a cimentarse su colosal empresa actual.
Cuando sucedió el incendio de El Encanto, el 13 de abril de 1961, los castristas ya habían intervenido la propiedad. La autoría del siniestro se atribuye a grupos contrarrevolucionarios opositores a Castro. El local en la calle San Rafael, una de las más céntricas, una vez recogidos los escombros se convertiría en el parque Fe del Valle, heroína de la revolución fallecida durante el incendio.
El Encanto fue para los asturianos de Cuba un símbolo de orgullo, por detrás de la clínica Covadonga y el Centro Asturiano, y al margen de su impacto comercial dejaría una importante huella como escuela de aprendizaje de varias generaciones. Actualmente aún pervive, 50 años después, una asociación de ex empleados con sede en Miami.
Pedro Rodríguez Cortés, cronista oficial del Centro Asturiano de Oviedo
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