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Elecciones del 22 de mayo: el fondo y las formas

17 de Abril del 2011 - Ángeles García González (Oviedo)

Para las que atravesamos un momento de escaso entusiasmo con la política en general, nos cuesta cada vez más participar de los debates y de las opiniones que la sustentan, aunque sea desde la comodidad y la distancia que da hacerlo a través de un artículo de prensa.

Sin embargo, tengo que reconocer que, en esta ocasión, hago con gusto la excepción, pues no me perdonaría jamás ser cómplice, por medio del silencio, de unos resultados electorales que podrían ser para Asturias, y consiguientemente para los asturianos, una rémora con arriesgadas consecuencias.

La proximidad de las elecciones regionales y municipales nos está permitiendo conocer por donde caminaran las diferentes propuestas, pero también nos ofrece la posibilidad de saber cómo son quienes las tendrán que llevar a cabo.

En este punto, quizá sean los años, he de reconocer que más allá de lo que se dice me importa mucho el cómo se dice, es decir, que sin menospreciar los fondos, cada vez adquieren en mí más importancia las formas.

Por esa razón rechazo sin titubeos las formas broncas e irreverentes que emplea sistemáticamente la derecha asturiana cada vez que aflora en su seno, por cierto muy frecuentemente, el caudillismo entre su clase dirigente.

Eso de puertas para adentro porque cuando se trata de puertas para afuera, el vale todo sigue siendo su mejor cuño y sus mordiscos no reparan si alcanzan el tobillo, la cadera o la yugular.

Resulta paradójico que el representante más genuino de esta derecha retro y autoritaria trate de apropiarse de la herencia y de la figura más emblemática de la Asturias ilustrada y progresista de nuestra historia.

FAC tiene tanto en común con Jovellanos como yo con Santa Teresa de Jesús, y su discurso y sus formas de tener que encasillarlas, sin duda, en el marco de la derecha más ultramontana.

Sus guiños actuales de redentor o de nacionalista de toda la vida no pueden colar en una región donde se conoce muy bien su despotismo y su habitual mala hostia con todos aquellos/as que le rodean.

Ni viviendo tantos años en la capital se puede producir semejante metamorfosis.

Atención pues con creer a quienes se esfuerzan en presentárnoslo como el gran hacedor y salva patrias que dirigirá con mano firme esta región.

Lo haría si Asturias fuera un consejo de administración o un cortijo y él su presidente o propietario. Pero afortunadamente no es ni una cosa ni otra, porque hace mucho tiempo que es una región plural, moderna, competitiva y progresista. Y todo ello sin el concurso de FAC ni de la derecha que dirigió en los últimos treinta años.

Los jóvenes asturianos sólo podrán saber del aislamiento secular de Asturias o de su fama de indómita por los libros de texto. Sin embargo esos mismos jóvenes han heredado un olfato atávico para distinguir a los/as oportunistas de turno y tienen un oído adiestrado para rechazar el ruido y la gresca.

Esa gresca continúa en la que se mueve, la derecha desde hace mucho tiempo.

Ahora, a un lado de la contienda, tenemos a Isabel Pérez-Espinosa; antes estuvieron Sergio Marques, Ovidio Sánchez, Pilar Pardo, Gabino de Lorenzo, Juan Morales, etcétera. Al otro, siempre, Álvarez-Cascos tratando de imponer su excluyente razón y sus insolentes prácticas con todo bicho viviente.

Ante este panorama se agradece el tono pedagógico y sereno de Javier Fernández, un hombre tranquilo y culto, poco dado a los baños de masas y al uso de las obviedades facilonas y rotundas que tanto proliferan en la política.

A mí me parece sincero y pudoroso y se le notan unas enormes ganas de cambiar la relación de supremacía paternal de la clase política sobre la ciudadanía.

Intuyo que con él se inaugura una nueva forma de hacer política y que el aparato de su partido, el PSOE, tendrá que hacer un gran esfuerzo de adaptación y no sentir vértigo por asumir unas formas que, aunque puedan parecer novedosas, representan la esencia más pura del socialismo democrático.

Espero de corazón que una amplia mayoría de asturianas/os demos la bienvenida a quien nos ofrece esa noble y nueva versión de la poco prestigiada pero esperanzadora política.

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