En defensa de la historia
¿Por qué no recordar el hecho histórico de la proclamación de la II República española el 14 de abril de 1931 cuando constituye el primer intento de establecer la democracia en nuestro país? Cierto es que el régimen republicano de 1931 desembocó en un profundo cisma en la convivencia de una sociedad con múltiples fracturas internas, pero llegó pacíficamente, con el apoyo entusiasta de importantes sectores de la sociedad de entonces y con plena legitimidad institucional.
La historiografía hace tiempo que aborda el estudio de la II República española sin sectarismos políticos ni visiones maniqueas, mostrando sus luces y sus sombras, sus logros y fracasos, con toda su complejidad y su trágico desenlace. Con ello la historia satisface una necesidad social y cultural primordial: la exigencia operativa en todo grupo humano de tener una conciencia de su pasado colectivo, conciencia que constituye un componente inevitable de su presente, de su dinámica social, de sus instituciones, tradiciones y sistema de valores. En este sentido, la historia ejerce una labor esencial de pedagogía, ilustración y filtro crítico en la sociedad actual que no todos reconocen o quieren ocultar mediante la banalidad, la intención propagandística o la renuncia a establecer conexiones explicativas y causales entre aspectos de la realidad histórica. Así, conocer la importancia que la violencia política tuvo en la caída del régimen republicano en 1936 y los motivos que provocaron el fracaso de la primera democracia en España permite a los ciudadanos de hoy reflexionar con rigor a partir de las enseñanzas de la historia.
Subtítulo: A propósito del aniversario de la II República
Ya lo decía el historiador francés Pierre Vilar de manera aparentemente simple: «La historia debe enseñarnos, en primer lugar, a leer un periódico». Ciertamente, sin un mínimo de conocimiento histórico (etapas, personajes, instituciones) no se entiende, o no se aprecia, el verdadero sentido de comparaciones o referencias habituales en el lenguaje público y mediático.
Por tanto, ni podemos ni debemos sustraernos a la persistencia del pasado, pues incluso quienes se duelen de aniversarios acaban titulando su columna del 14 de abril «A los 80 años».
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