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¿Nos hemos combertido en monstruos?

25 de Abril del 2011 - Teresa Antequera Cerveron (Alfafar (Valencia))

Lo que el hombre ha causado y está causando al explotar cada vez más a los animales, ha caído y sigue cayendo una y otra vez sobre sí mismo. Si miramos la vida de muchas personas y las enfermedades que padecen se podría decir que sufrimos de manera muy similar. Consecuentemente se puede deicr que lo que el hombre ha causado y causa a su prójimo animal, a los animales domésticos, a los animales del bosque y del campo, a los animales del aire y a los animales en los establos de los granjeros, lo causa en última instancia también a sí mismo. Esta es la medicina amarga que nos toca tragar en la actualidad.

Aquel que ridiculice o rechace lo monstruoso de aquello que está ocurriendo en este mundo, sobre esta Tierra, con una crueldad que casi no puede ser descrita, debe aceptar la pregunta de si según su opinión el hombre es todavía un hijo del Eterno, si es imagen y semejanza del Padre eterno amoroso, o si más bien no nos hemos apartado tanto de Dios que nos hemos convertido en un monstruo que no se espanta ante nada, para que aparentemente le vaya bien, y que ya no respeta nada, salvo su ego humano y sus intereses personales, que sólo miran hacia sí mismo. ¿No estamos participando en mayor o menor medida de ello con nuestras costumbres y vida irreflexiva?

Sin embargo el prójimo animal, también las plantas y las piedras, todos los reinos de la naturaleza, desean servir al hombre. El que no respeta y ama la vida de la naturaleza, el que no mantiene la comunicación con el SER eterno, se convierte en aquello, en el monstruo insensible que se sitúa por encima de la vida de sus semejantes y de su prójimo animal, de plantas y minerales. ¿Nos podemos sorprender cuando entonces nos llegan sufrimientos, enfermedades y golpes del destino, cuando por nuestro comportamiento las corrientes de la vida divina se retiran del hombre? Entonces se manifiestan en carencias en el alma y en el cuerpo del hombre. Nos falta simplemente la fuerza vital porque nos hemos apartado de la vida. Las consecuencias de ello son enfermedad, miseria, sufrimiento, soledad, abandono y muchas cosas más.

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