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Depresión primaveral

26 de Abril del 2011 - José Antonio Flórez Lozano

La eclosión de la primavera

Con la llegada de la primavera, la naturaleza abandona el letargo en que se encontraba en los duros meses de invierno y de nuevo comienza la eclosión de la vida, un nuevo ciclo en el que resurgen los árboles, las flores y el trino de los pájaros. Los caminos están inundados de flores primaverales (amapolas, margaritas, primaveras, clavelinas, campánulas, lobelias, rosas silvestres, orquídeas, campanillas, lilas, etcétera). Un escenario de color (flores amarillas, rojas, blancas, moradas, malvas, azules) y vitalismo que con la intensidad de los rayos solares y la temperatura transforma nuestro estado anímico, induciendo cambios positivos, en el pensamiento y en la conducta, en la mayoría de las personas que empiezan a manifestarse más alegres, más activas y con mayor grado de bienestar emocional. Es la imagen del cerezo desnudo en el invierno y saturado en la primavera de multitud de flores blancas, como una nevada tardía.

La primavera la sangre altera

Pero no sólo el amor («la primavera la sangre altera»), el romance y las flores aparecen durante esta estación, sino que también se da un mayor número de suicidios, tal vez porque, a veces, el ser humano (especialmente los adolescentes) rebosa su fuerza de amor (se desconoce a sí mismo) y surge la frustración de gran intensidad. El deseo es muy fuerte, mucho más de lo habitual, y al verse frustrado el joven o el adulto puede tomar una decisión drástica. De hecho, los problemas sentimentales son las principales motivaciones que se aducen en los jóvenes a la hora de explicar la tentativa de suicidio. Una tendencia suicida ciertamente favorecida por la desorientación dominante en la juventud, así como por la ausencia de valores y de familias saludables en las que predomina la afectividad, la comunicación, la generosidad, la comprensión y la ayuda psicológica entre todos los componentes del grupo familiar. Sin embargo, ante esta atmósfera de luz y de color hay personalidades que se notan abatidas, tristes y depresivas.

La fatiga primaveral

La primavera es una estación de tránsito que implica una nueva adaptación del organismo a un nuevo ritmo circadiano que altera muy especialmente a los neurotransmisores. Los días de abril a junio tienen muchas horas de sol y la luz activa la vía «retino-hipotalámica», produciéndose así la eclosión hormonal. Con todos esos cambios, se puede desencadenar la «astenia primaveral», posiblemente vinculada a reacciones alérgicas y alteraciones respiratorias.También la sobrecarga laboral, la dieta desequilibrada y los estilos de vida no saludables explican la aparición de la depresión primaveral. Quizá por eso se advierte un aumento significativo de las hospitalizaciones por trastornos depresivos. Es en primavera cuando hay más pacientes bipolares, especialmente en personas con antecedentes familiares y enfermedades preexistentes. Un fenómeno conocido como «depresión de la primavera» que implica un mayor número de intentos de suicidio, cuadros depresivos y de baja autoestima. El riesgo de suicidio en estos pacientes es mayor en primavera y en las fiestas de fin de año. Ciertamente, la persona depresiva sale del túnel del invierno, la movilidad regresa y ahora en la primavera recobra sus energías, por eso corre peligro de suicidarse, porque tiene fuerza y energía para hacerlo.

No parece lógico que el resurgir de la primavera implique afectaciones depresivas, pues la mayor presencia de luz, color y actividad explicaría una disminución de los trastornos depresivos. Sin embargo, las personas negativas (afectadas por el virus del «pesimismo») se enfrentan a un medio ambiente más positivo, más alegre y ello las hace reflexionar. ¿Cómo es posible que todos estén tan bien y yo me encuentre tan mal? Los grupos de riesgo más vulnerables para sufrir la «depresión de primavera» son los adolescentes por su inestabilidad emocional, las mujeres casadas con sobrecarga de trabajo (mujeres quemadas) y los adultos mayores de 45 años desempleados. Además, para las personas que ya vienen sufriendo algún tipo de depresión, la primavera es el período de mayor riesgo de recaídas. Posiblemente, la «estación del amor» por excelencia implique recuerdos y reflexiones negativas en estas personas «negativas» que consideran que han fracasado en el amor y en el trabajo y que no gozan del apoyo suficiente de sus seres más queridos. Surge entonces una conciencia de «túnel» en la que se despliegan sentimientos y temores negativos. La angustia, los sentimientos de inferioridad y de culpa, la tristeza, la pérdida de placer, la desesperanza, la falta de energía, la dificultad para concentrarse y la baja autoestima afloran con intensidad como las margaritas en la estación primaveral.

Tal vez, la comunicación en la familia, la observación de todos los miembros y la sensibilidad anímica y afectiva a estos cambios estacionales son algunos aspectos que debemos vigilar para hacer que la primavera sea ciertamente la estación del amor y de la esperanza, no de la depresión. Es así como la persona dueña de sí misma y libre para elegir tiene garantizado el disfrute de esta vida; la única que con certeza tenemos y que florecerá una y otra vez en cada primavera.

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