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James Bond en Cangas de Onís

1 de Mayo del 2011 - Gonzalo Gozález López (Oviedo)

El pasado día 22 (Viernes Santo), mientras disfrutaba de unos días de descanso en Ribadesella, me trasladé en compañía de unos amigos a disfrutar del paisaje y del buen yantar a la vecina población de Sames (Amieva).

Vacaciones, buena compañía, día de sol y un buen pote asturianu como proyecto de futuro más inmediato. ¿Qué más se puede pedir en estos tiempos de crisis que corren, o más bien vuelan? Nada. Recordaba aquella canción de «Rumba 3» que decía más o menos: «Esto sí es felicidad, del trabajo ni hablar, ohe, ohe».

Como disponíamos de tiempo suficiente hasta la hora pactada para el almuerzo, decidimos parar en Cangas de Onís a tomar un refrigerio. Llegamos al aparcamiento situado a la izquierda del río y cuando nos disponíamos a dejar nuestro coche, unos críos, supongo de unos 15 o 16 años de edad, nos avisaron de que debíamos pagar 2 euros por el aparcamiento.

-¿Cuál es el motivo?, pregunté. Otras veces hemos aparcado aquí y no costaba nada.

-Es que el Ayuntamiento nos cedió la gestión del aparcamiento para así recaudar un dinero para el viaje de estudios.

-Ah, eso está muy bien. Y... ¿dónde aparcamos?

-En cualquier sitio que encuentren libre.

-Vale chavalín, pues que tengáis suerte y recaudéis mucho dinero.

Aparcamos el coche, cruzamos el puente y dimos un paseo por Cangas. Tomamos un refresco y, transcurrida una hora y media, de nuevo volvimos al auto con el fin de dirigirnos al restaurante y dar buena cuenta del pote (el hambre azuzaba).

Pero hete aquí nuestra sorpresa cuando al acercarnos al coche observamos cómo un sospechoso papel amarillo, atrapado entre el limpiaparabrisas, intentaba sin éxito evadirse con la ayuda del viento.

Ya estamos con la propaganda, pensé para mí, mientras rescataba de las garras al papelito. ¿Papelito? ¡Y una XXX como una olla! ¡¡¡Una multa de 60 euros!!!

Una multa de 60 euros por aparcar en zona reservada a autocaravanas. Miré alrededor y autocaravana no vi ninguna pero coches con papelitos amarillos... un campo de girasoles parecía aquello. No había ninguna señal pintada en el suelo de los aparcamientos reservados a las autocaravanas que los distinguiera del resto, a modo de los reservados a minusválidos. Buscando, encontramos una señal vertical cuatro o cinco aparcamientos más allá, pero nadie puede reparar en una señal de prohibido aparcar dentro de un aparcamiento público y de pago. Además, a la entrada del parking, hay un cartel con letras enormes y visibles a gran distancia que pone: Prohibido aparcar autocaravanas; por lo que nos sorprendió ver cómo algunas aparcaban sin que les llamaran la atención. Claro, al salir vimos que ponía debajo y en letras pequeñísimas: excepto en lugares reservados para ellas. Claramente parece una trampa cazaincautos, con fines meramente recaudatorios, por decirlo suavemente, pero en realidad, lo que mejor lo define es: Una canallada.

En ese momento algo se nubló allá en lo alto de los montes de Covadonga, la felicidad manifestada líneas atrás se transformó en el humor de un lunes a las ocho de la mañana.

Con la multa en los talones, digo entre las manos, me dirigí a los guajes encargados de la gestión del aparcamiento.

-Pero... ¿cómo es posible que nos pongan una multa por aparcar en zona de autocaravanas cuando vosotros nos dijisteis que no había ningún problema, que podíamos aparcar donde quisiéramos?

-Ah, a mí no me diga nada, hace unos minutos vinieron y nos dijeron que ya no se podía aparcar más.

-¿Quiénes vinieron?

Aquí no se pusieron de acuerdo, unos que si la Guardia Civil, otros que si la Policía Municipal. En fin, al final decidieron que había sido la Policía Municipal (lógica pura).

Subimos al coche a buscar el cuartel de la Policía. Cuando nos acercábamos al Ayuntamiento observamos a un agente que paseaba por las inmediaciones del mismo. Paramos el coche y nos dirigimos a él para explicarles nuestro caso. Su respuesta fue una impecable exposición de las reglas del Código de Circulación. No se puede aparcar en zonas destinadas a autocaravanas según señal señalada (valga la redundancia) en la zona de aparcamiento.

-Pero ¡si los que nos cobraron por aparcar nos dijeron que podíamos hacerlo donde quisiéramos!

-Ustedes han incumplido la ley y por lo tanto les corresponde la multa.

-Pero entonces, ¿cómo dejan a cuatro críos menores de edad que gestionen (y para más inri en Viernes Santo) un aparcamiento de tanto volumen de coches?

-Señor ... haga el favor, –me indica de una manera enérgica al ver mi reacción airada–, ¡Compórtese!

-Pero cómo me voy a comportar.... No me parece de recibo todo esto. Cómo se puede tratar así a los turistas que son su principal industria... Cómo se puede... Cómo es posible... Cómo coño...

-Señor, haga el favor (fueron sus últimas palabras).

Siempre con el papelito amarillo en la mano, retrocedí, me metí en el coche y mientras salíamos del pueblu de Cangas, iba leyendo el papiro áureo (conducía mi esposa) y con sorpresa leo el nombre del agente: Agente 007. Acabáramos, coño.

PD. El pote cojonudu, aunque me salió un pocu caru.

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