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En recuerdo de Agustín Santarúa

28 de Febrero del 2009 - Arturo Arbesú García (Oviedo)

Amanecía escuchando las noticias radiofónicas y me sobrecogió la referente al fallecimiento de Agustín Santarúa el 22 de febrero. Le conocí cuando la poderosa Banca March, la fecha no la puedo concretar ahora mismo, desembarcó en el Banco Asturias. Una operación que con el tiempo, corto, por cierto, reportó ganancias espectaculares a los sucesivos propietarios. Existía un fondo comercial acumulado formado por un personal excepcional, que con su saber y buen hacer creó y dotó de valor a la entidad que había nacido como Banco de Langreo allá por el año 1964 en la cuenca minera del río Nalón.

Se dice, y con fundamento, que las empresas inteligentes consiguen que un grupo de personas, tal vez no extraordinarias, alcancen resultados extraordinarias gracias al modo en que colaboran. Una verdad patente en el Banco Asturias.

En estas reflexiones estaba y al oír la noticia acudió a mi mente la imagen de Agustín, de Agustín Santarúa cuando me lo presentaron en el Banco. Un paisano, gran paisano, como lo fue intuyendo reflexivamente el devenir de los acontecimientos, grandón como sus ideas, como sus conceptos, como sus proyectos, como sus actuaciones.

Conocedor, como pocos, de la idiosincrasia asturiana. Hombre de la comunicación, sabio informador, descubridor de la noticia, descubridor del acontecimiento y, lo más importante, en mi criterio, descubridor del personaje. Amigos, en donde quiera que estuviera, los tuvo. De la mar, de tierra adentro, escritores, artistas, investigadores, políticos, militares. Y si los amigos han de ser pocos y buenos, él rompía la norma: tenía muchos, leales y muy buenos.

Su función en el Banco Asturias tenía la notable y trascendente importancia de difundir la imagen corporativa y la introducción de los máximos representantes del banco en el mundo económico y social dentro de los ámbitos donde el Banco Asturias, propiedad de Banca March, se movía. Juntas generales, consejos, noticias de la alta dirección, objetivos, resultados... desempeño que pocas personas podrían realizar con su soltura y conocimiento.

Al leer en LA NUEVA ESPAÑA la reseña de su personalidad, citando algunos de los logros que había llevado a efecto, aparte de su vinculación en la prestigiosa empresa Asturiana de Zinc y la familia Sitges, tales como la Alborada de Candás, El Museo de las Anclas de Salinas, la Cofradía de la Buena Mesa del Mar, fundador de la editorial Ayalga, colaborador de la Fundación Philippe Cousteau, todos hitos importantes, recordaba otras aportaciones del acerbo cultural asturiano y la participación en eventos inolvidables que viví junto a él.

Secuestro de Enrique Castro Quini. Traía a su memoria un acontecimiento que se rememoraba estos días pasados con motivo del encuentro de fútbol entre el Barcelona y el Sporting, con el protagonismo de nuestro entrañable pichichi del fútbol nacional Quini, cuando recién liberado por sus secuestradores, por iniciativa de Agustín, el Banco de Asturias les ofreció a él y a su esposa, Nieves, un cariñoso y emotivo homenaje en el Centro Asturiano de Barcelona, con asistencia de personalidades y todos los medios de comunicación.

La cerámica de Faro y Llamas de Mouro. Fue impulsor de la cerámica autóctona asturiana. De entre ellas, la de Faro. Los fotos de Lito (José Vega), una maravilla fotogénica, alfarero mayor del reino, como acostumbraba a calificar a sus amigos, en el calendario editado aquel año por el banco dieron la vuelta al mundo. Hoy, Selito, su hijo, es el continuador de la obra. Igual se hizo posteriormente con la cerámica negra de Llamas de Mouro.

El asturcón. Participó y dio un realce extraordinario al asturcón, cooperando con las directivas para conseguir la defensa de un bien tan preciado en Asturias, convocando concursos y distinciones y la asistencia de grandes personalidades a la majada de Les Espineres, animada con la difusión oportuna en los medios de comunicación.

El azabache. El azabache, aunque, por supuesto, ya era conocida su existencia en la explotación de Oles-Villaviciosa, fue otro descubrimiento para el gran público, a través de libros y por su perseverancia en un intento de mantener activa la única mina y al minero que mejor dominaba su explotación.

El Museo de Antón de Candás. Defensor de la obra de este soberbio escultor, trasladó a Oviedo parte de las figuras que componen el magnífico Museo Antón de Candás, a la sala de exposiciones, modesta, que se instaló en el propio Banco de Asturias, en Fruela, asistiendo al acto de inauguración personas que habían servido de modelo para el gran escultor. Una promoción para el Museo Antón que se fue notando con el tiempo.

«Idus de Marzo». Otra de las muchas ideas que tuvieron fiel reflejo en su logro fue la expedición de la goleta asturiana «Idus de Marzo», que zarpaba del puerto de Candás rumbo a la Antártida allá por el año 1982. Santiago Cañedo y Alberto Vizcaíno figuraban, entre otros destacados personajes de la investigación, en la expedición con fines científicos.

Impulsor y emprendedor. Agustín era un gran emprendedor. Cambiaría el mundo, porque no era persona que se limitaba a esperar o a criticar, Agustín era un hacedor y ahí están sus obras y los hechos.

Persona culta, desinteresada, discreta, imaginativa, que mereció cuantas muestras de reconocimiento se le hicieron, y más aun, si no fuera porque su eminente discreción, otra virtud, le mantenía al margen de brillos personales.

Mi condolencia a su esposa e hijas y a sus muchos y buenos amigos.

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