Pórtico del estoicismo
Los griegos han legado a la humanidad un inmenso e inagotable manantial de sabiduría. Sin embargo, con frecuencia da la impresión que las lecciones heredadas no encuentran alumnos que sepan aprovecharlas.
Unos trescientos años antes de Cristo, el filósofo Zenón de Citio, fundó el estoicismo, en cuya historia se distinguen tradicionalmente tres períodos. El último, el que más nos atrae, de Epicteto, puede resumirse en dos palabras: «abstente y soporta». Es a este filósofo a quien debemos también la distinción entre las «cosas que dependen de nosotros», es decir, nuestros movimientos, nuestros deseos o nuestras inclinaciones, y las «que no dependen de nosotros», a las que debemos aceptar como llegan.
Más que nunca en estos tiempos se nos antoja conveniente, y hasta necesario, crear en nuestra tierra la escuela o pórtico del estoicismo como ocurriera en Atenas, para cuando a muchos, y más a partir del 22 de mayo, las adversidades no les sonrían. Una actitud estoica, con la fortaleza y dominio de la propia sensibilidad, permitirá encajar con nobleza y deportividad los contratiempos, sin mirar hacia atrás con nostalgia.
Conviene no olvidar, también del clásico griego, que la nostalgia significa «regreso y dolor», describe a menudo un anhelo de pasado idealizado y poco realista. La nostalgia, enfermedad incurable, es otro mal generalizado en España, además de la envidia, por eso pasan muchas cosas de las que pasan, por darle pábulo con frecuencia a los recuerdos negativos.
José Antonio Coppen Fernández
Lugones
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