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Cuando los otros te pegan, te beso yo

2 de Marzo del 2009 - Ángel García Prieto (Oviedo)

Cada vez estoy más convencido de que el fado portugués es una escuela de vida, o cuando menos es una excelente crónica de la existencia humana. Un ejemplo es este verso de Machado de Melo que da título a un fado muy sentido, muy melancólico, muy fado. Dice: «Quando os outros te batem, beijo-te eu», «Cuando los otros te pegan, te beso yo».

Lo recuerdo cuando me viene a la memoria una de las situaciones más duras que vi en bastantes años de profesión. Se trataba de un ingreso que nos llegaba al centro de asistencia a discapacitados en el que ejerzo la medicina. Era una niña de unos 14 meses en brazos de una joven trabajadora de un centro de acogida del Principado, a la que acompañaba otra. En aproximadamente media hora que estuve con ellas, la niña recibió de las dos unos treinta o cuarenta besos y otras tantas más caricias, además de los que le iban dando las otras mujeres que la recibían en nuestro departamento de atención temprana. «La niña de los mil besos», pensé, «de los mil besos al día, por lo menos». Se los merecía. Y vaya si se los merece. La pequeñina, guapa a pesar de la deformidad producida por la hidrocefalia en su cabeza, estaba tetrapléjica, ciega y sorda.

Y lo estaba porque sus padres, o quien fuese, le había dado una horrorosa paliza cuando tenía cinco meses; malos tratos que, además de estas tremendas consecuencias ya irreversibles, le habían producido hematomas, fracturas óseas y otras lesiones ya superadas. Vaya si se merece millones de besos, la pequeñina. Y la humanidad también merece dárselos, para que no deje de ser humanidad, entre tanta violencia que cada día se produce contra las personas, aún mucho más horrible cuando las víctimas son niños. Que Dios bendiga a las que besan a los niños víctimas, como –por citar un ejemplo que es noticia estos días– bendice al padre Damián por besar a los leprosos de Molokai.

Así es la vida, de golpes y de besos. En una sociedad de guerras sin sentido, industrias armamentísticas, leyes de aborto, bombazos en nombre de la mal entendida religión, violencias domésticas, tiros en la nuca y navajazos de noches drogadas, hace falta que las víctimas al menos reciban besos y que la humanidad las bese y siga siendo humanidad; porque los golpes ahí están, con el mal, ya desde Caín.

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