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Por aquella madre de Vic

20 de Mayo del 2011 - Isabel González Fernández-Argüelles (Avilés)

Nunca he podido olvidarla, ni sus bellos pero tristes ojos ni su obesidad mórbida.

Me contó que quería operarse del estómago para poder jugar con su hijo, porque le habían colocado un balón intragástrico y "había ganado ella al balón"...

Con su nuevo bebé había recuperado en parte la capacidad de sonreir, pero no era capaz de llorar y por eso comía sin medida, para cebar la angustia y la ira que aún manaban de su maldita ausencia de aquel día.

"Doctora"..., me dijo a las dos de la madrugada cuando ya no quedaba ningún otro niño en el horizonte de la sala de espera, ..."perdone que venga a estas horas pero es que, aunque no tiene fiebre ni tose ni vomita, nunca había estornudado antes y estoy aterrorizada"...

Algo en su mirada me hizo callar las habituales normas de Puericultura para casos banales, y dejé que siguiera hablando para llegar a lo más profundo de aquel terror:

Este precioso bebé era su tardío tercer hijo. Las dos niñas de sus tristísimos ojos habían muerto asesinadas con su padre, Guardia Civil, en la casa cuartel de Vic, Cataluña, España. Ella nunca se perdonaría no haber muerto con ellos tres, haberlos dejado solos dos horas para hacer la compra diaria, como si hubiera traicionado su horrorosa muerte.

Intentó quitarse la vida varias veces hasta que conoció a su actual marido, el valiente que le devolvió la esperanza en forma de niño con tres Angeles Custodios para él solo.

Hoy celebro la primicia de la esperada decisión del Supremo por ella y por sus apenas recuperadas ganas de vivir.

Por todos los Policías, Guardias Civiles y civiles de a pie asesinados...Por el valiente Guardia Urbano de la Avenida Diagonal, por el lampista de Santa Coloma, por el Honorable Ernest Lluch que no quería escoltas, por tantísimos Militares, Magistrados, Concejales, Peatones, Madres, Padres, Hijos y Hermanos asesinados por los malnacidos de ETA...

Por todos ellos, si tuviera que procurarle asistencia sanitaria a alguna serpiente etarra, juro por Apolo, por Asclepio, por Higía y Panacea y por todos los dioses del Olimpo que no le dejaría morir.

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