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Adiós a un amigo (Tati Valdés)

2 de Marzo del 2009 - Adolfo del Fueyo Argüelles (Fito (Valladolid))

Cincuenta años, cincuenta, son los que unieron nuestra amistad, la cual nació dando pataes a una pelota o a un balón.

Nacidos en marzo los dos, yo tenía catorce años y tú doce cuando nos conocimos jugando un partido en el campo... (escampada) que había detrás del cuartel de la Guardia Civil en Mieres, en el barrio de San Pedro.

Por aquellos años en Mieres se celebraban diversos torneos y trofeos de fútbol. Casi todos los equipos eran de allí y los alrededores. Luego nos uníamos uno de cada localidad, Moreda, Ujo, Figaredo, Turón y alguno más.

Jugábamos en algunos campos... explanaes de tierra y piedra, praos con más desniveles que El Padrún, o sea, patatales, como decimos allí. El único campo de verdad en el que jugábamos era el de La Villa, esi sí, pintáu y con redes en les porteríes. En los otros como Cardeo, Requejo y demás barrios, tierra pisoná y dura como una piedra, ni siquiera de arena. ¡Qué tiempos aquéllos!

Pasados los años, el trabajo, los estudios, el fútbol y otras actividades nos distanciaron prácticamente a todos. Tú ya teníes maera de jugaor, corríes como una moto, pegabes unos cañonazos que me doblaron las manos en más de una ocasión. Así que hiciste lo mejor que sabías hacer, además de trabajar en la carpintería: jugar al fútbol. Pronto El Caudal se fijó en ti, donde coincidiste con otro conocido nuestro, San José (así se conocía a Víctor Manuel), el cual siguió con la música. De allí, al Sporting, aunque casi terminas jugando donde yo vivo, pero, claro, éstos no habían pagado lo pactado por Fuertes.

Pasados unos años, poco después de fichar tú por el Real Sporting, fui yo a trabajar en mi profesión a Gijón durante varios meses, casi un año, y de nuevo coincidimos.

El horario de cada uno nos permitía poco tiempo para tomar un refresco y recordar los años pasados.

En el año 1969 me trasladé a vivir a Valladolid, ese mismo año te fui a saludar al hotel Felipe II (hoy Felipe IV), jugabais contra el Real Valladolid en Segunda División. Ganasteis por 1 a 3, marcando Quini un gol desde más allá de medio campo, entonces no había TV para los de Segunda. Si lo graban, da la vuelta al mundo.

Desde entonces hasta hoy casi todos los años nos veíamos, bien siendo tú jugador o como ojeador cuando venías a Valladolid y me avisabas para quedar en algún lugar; pero también cuando yo iba de vacaciones a Moreda y me acercaba a Gijón, donde en la calle Aguado nos veíamos en el bar Manolín, en un principio, y, últimamente, en el restaurante La Ibérica.

Gracias a ti me relacioné, entre otras personas, con Pepe Ortiz (q. e. p. d.) y Quini. Precisamente con Quini estuve hablando de ti cuando el Sporting visitó hace poco el Zorrilla en el partido de vuelta de la Copa del Rey. Le dije que estaba al corriente de todo gracias a tu mujer, Mari, pues desde que me enteré de tu enfermedad la llamé varias veces, de manera especial estos últimos meses.

Gracias a esta amistad, guardo en la habitación de mi hijo (q. e. p. d.), al cual tanto querías, llaveros, insignias, pins, bufandas y banderines. Sobre todo, uno muy especial: el de la final de la Copa del Rey del año 1982, contra el Real Madrid. Es del tamaño de los oficiales, grande, y en el vestuario donde bajamos lo firmaron todos los jugadores, entrenador y presidente. Aquí tuvo mucho que ver el fallecido Pepe Ortiz, que hacía las funciones de delegado. Las dos entradas de tribuna que me dio estaban al lado de aquellos jugadores que no jugaron la final, entre ellos, el fallecido Castro, que tenía una lesión en la mano (jugó de portero Rivero).

También guardo y la pongo alguna vez en el Centro Asturiano, o por algún parque de la ciudad, la camiseta que tú me regalaste, con tu número. Entonces no se ponía el nombre.

Asimismo, guardo una pequeña camiseta de niño de mi hijo, con los colores del Sporting, Quini se la firmó el primer año que jugó aquí con el Barcelona.

En fin, Tati (Maquinona), por medio de estas líneas quiero rendirte homenaje y darte las gracias por tu amistad.

Dar mi más sentido pésame a Mari, tu mujer (ya lo hice por teléfono), a tus hijos, nietos y demás familia.

Y a la gran familia sportinguista, que seas tú, Quini, quien le haga llegar mi más profundo pesar, desde el presidente al último empleado.

Adiós, Tati; adiós, amigo mío.

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