Lo más Preciado
Se plantea agradecido y abrumado el técnico montañés, tras el apoyo de la afición sportinguista ante la trágica muerte de su padre, cómo podrá devolver tanto cariño. No hace falta, Manolo, olvídalo, ya lo has hecho. Lo vienes haciendo desde incluso antes de que pusieras los pies en Gijón, y lo seguirás haciendo dondequiera que vayas. Porque esto es algo que va contigo. Has sido un ejemplo dentro y fuera del mundo del fútbol y sólo recibes aquello que das. Al igual que para algunos este deporte es su única vía de escape (esas vidas vacías que paradójicamente son las que más pesan), en tú caso el fútbol ha sido el motor para seguir viviendo cuando pensabas que ya no quedaba nada. Y sin embargo, ya ves: cuando creías que lo habías perdido todo, descubres que aún se puede perder algo más. Y en éstas el balón sigue rodando, el mundo gira, los niños cambian otros cromos y el bigote se vuelve más cano. También, lo sabes, el fútbol te devuelve lo que le das. Hay muchos ejemplos: ¿quién merecía meter un gol en la prórroga de una final de la Copa del Mundo? Pues, claro, ese futbolista generoso que nunca ha dado una sola patada y al que imagino de niño invitando tímidamente a otros a jugar con su balón en la plaza de su pueblo. ¿Y quién sería el elegido para derrotar a ese orgulloso técnico portugués que llevaba nueve años imbatido en su casa? Sí, tú, Preciado. Porque le hiciste frente cuando se creyó Carlos V con su tercio de futbolistas de Flandes con el cuchillo en la boca paseándose por España. A él también el fútbol le acabará devolviendo lo que le da. Y el tiempo –ese único, extraño e implacable juez que nos coloca inexorablemente a cada uno en nuestro sitio– dictará su sentencia. Mientras tanto, aunque nadie me haya concedido este privilegio, te entrego la Liga de la honradez, la Champions de la bonhomía y la Copa del Rey del valor y la lucha, aun a sabiendas que los títulos no son, para ti, ni de lejos, lo más preciado.
Enrique Álvarez-Santullano Fontaneda. Oviedo
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