La bonohomía de Juan Manuel Menéndez, «Lolo»
El catedrático de Musicología de la Universidad de Oviedo Ángel Medina hacía ayer en estas mismas páginas una certera semblanza de la importancia de Lolo como conservador de la tradicional misa de gaita del concejo de Salas. Quisiera referirme yo en estos tristes momentos a otros aspectos de su particular idiosincrasia. Para ello voy a recurrir al Diccionario de la Real Academia Española. Esta define el término «bonhomía» como: «Afabilidad, sencillez, bondad y honradez en el carácter y en el comportamiento». No creo que exista término más apropiado para definir la personalidad de Juan Manuel Menéndez González, «Lolo el de Cornellana» para los aficionados a la música tradicional asturiana, o «Lolo el de la Caja» para muchos otros de sus innumerables amigos. Si acaso, habría que añadir para terminar de definir con justicia su manera de ser el de la simpatía personal y el entusiasmo posibilista que mostraba en todas las actividades y proyectos en los que participaba: «Lo mejor es enemigo de lo bueno», sentenciaba frecuentemente.
Conocí a Lolo allá por los años sesenta y tantos, época en la que ambos terminábamos los estudios de bachiller e iniciábamos los universitarios. Posteriormente le perdí la pista durante una larga temporada, en la que la actividad profesional –la mía, por diversos pozos de Hunosa; la de él, en las sucursales de la Caja de Asturias en Cornellana y Belmonte– nos impidió el contacto. La afición por la lírica, una vez trasladado Lolo a Oviedo, nos volvió a reunir y desde los primeros noventa consolidamos una amistad que enseguida se convirtió también en colaboración estrecha en muchos proyectos y actividades musicales, la mayor parte de ellas, protagonizadas por Joaquín Pixán, Manolo Quirós y Víctor Luque, artistas a los que conocí a través de él, colaboración que en los últimos años se institucionalizó en la Asociación Lírica Asturiana Alfredo Kraus, de la que fue uno de los primeros socios (a pesar de ser un enamorado de Plácido Domingo) y de la que en la actualidad era tesorero.
Su fallecimiento, tras más de un año de lucha contra el cáncer, deja un hueco muy difícil de llenar para los que teníamos la fortuna de contar con su amistad. Amigo de sus amigos hasta la veneración, gran tertuliano y ameno conversador, fue un componedor entusiasta y sereno de muchas actividades en su villa natal de Cornellana y en el cercano pueblo de San Marcelo. En este bucólico lugar vivió casi toda su niñez y toda su juventud su esposa, Aurora, y allí, en la finca familiar, era donde el matrimonio congregaba en fechas señaladas a muchísimos amigos en inolvidables jornadas musicales y gastronómicas. Discreto, modesto y sencillo como pocos, a lo largo de todos estos años nunca oí a nadie hablar mal de él, ni a él hablar mal de nadie. Lolo hacía amigos con facilidad y era generoso en grado extremo. No debería, pues, extrañarnos la cantidad de gente que el jueves, en su funeral, abarrotó la iglesia parroquial de Cornellana, ni los incontables ramos y coronas de flores que acompañaron al féretro, ni la numerosa participación de artistas y amigos que dirigidos por su entrañable amigo José Ovín de la Vega dieron realce a la misa cantada, concelebrada con cariño y emoción por el párroco, don Ceferino.
Antetítulo: In memoriam
Subtítulo: Gran amante de la música era amigo de sus amigos hasta la veneración
Destacado:Discreto, modesto y sencillo como pocos, a lo largo de los años nunca oí a nadie hablar mal de él
Si existe el cielo, lugar al que sin duda iría sin pasar ni siquiera por el purgatorio, o si existe de alguna otra manera el «más allá», supongo que le hubieran caído unas lágrimas oyendo a su íntimo Joaquín Pixán cantar con emoción contenida el «Panis Angelicus», y a María Ovín, al violín, y a Manuel Burgueras, al órgano, versionando la famosa «Meditación», de Thais. También de seguro habría disfrutado de lo lindo escuchando las piezas corales que una nutrida representación de coristas de la Fundación Príncipe, con sus responsables a la cabeza, y de otras agrupaciones, interpretaron a lo largo de la ceremonia. En cualquier caso, si no existe otra vida, siempre tendrá el aprecio de todos los que le conocieron y que de momento siguen en esta. En mi corazón, por supuesto, y en el de mi mujer, no le faltará nunca un recuerdo emocionado.
José Carlos González Abeledo
Presidente de la Asociación Lírica Asturiana
Alfredo Kraus
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