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Tiene su gracia lo de rural como inculto

6 de Mayo del 2011 - Luis Cachero García (Malveo (Lena))

Como todas las mañanas, después de atender el ganado, a eso de las 10, leía yo el periódico tranquilamente: me levanto a las 6, echo de comer a las vacas, de mamar a los xatos, racho las xaceas, las canales... Vuelvo a casa, me ducho, almuerzo bien... Y bajo a Campomanes a leer un par de periódicos, para ver cómo va el mundo de los ricos y los probes, las guerras del petróleo, la economía, las promesas de los políticos, la bolsa, los precios del ganao, la clasificación del Sporting, del Oviedo, del Lenense... los otros partidos antes de las elecciones, las autonomías de primera y de segunda... Pero hoy ni terminé el café, ni pude seguir leyendo el periódico: ilusionado con la propuesta de un alcalde y el apoyo de un señor académico de la Lengua Española de que se suprima la referencia a «inculto» en la palabra rural, leo ya bajo el titular que la catedrática ovetense Josefina Martínez dice que «cuando hablamos de una persona que no mira más allá de donde pisa se la puede llamar rural o rústica».

Como no daba crédito a lo que leía, poso el café sobre la mesa y pregunto al ganaeru de al lau (porque los ganaeros también leemos la prensa a diario, tenemos interné, facemos algún curso pa tar al día...) si cree normal que en estos tiempos, en el que hasta las vacas nos las tienen controlás por ordenador, alguien pueda creer todavía que en el campo no vemos más allá de las narices. Ya cabreaos los dos, leímos el artículo enteru en alto, buscando los detalles. Y los encontramos, claro: resulta que para la catedrática una persona rural es inculta porque «no tiene ojos para mirar más allá de donde pisa, es decir: que no tiene inquietudes por aprender más o progresar» (copiao al pie la letra).

Señora Josefina Martínez: no le voy a contar a usted los comentarios de los que estábamos con los ojos y oídos sobre el periódico, que en unos minutos ya eran todos los del bar. Para qué le voy comentar las flores que echamos a su opinión sobre los que vivimos en el campo con ocupaciones y trabajos muy distintos; algunos, por cierto, llegaron muy lejos, desde muchos pueblos de Asturias, hoy esparcidos por todo el mundo (muchos, emigrantes por voluntad o a la fuerza), y algunos y algunas, famosos en tantas especialidades. Daría la cosa para un periódico y un libru enteru.

Sólo le voy a aclarar pequeños detalles: según el Diccionario de la Real Academia que tengo a mano, ciertamente (y por desgracia) la palabra «rural», como usted defiende, también significa inculto, apegado a cosas lugareñas; desgraciadamente es así, o cuando se puso alguien lo vio así. Ya no se va a discutir ahora. Los que nacimos o vivimos en el campo, por muchas razones, también tenemos diccionarios, también estudiamos algún día lo que pudimos, también tenemos hijos estudiaos, también miramos lejos para nosotros y para ellos... Sepa usted que los que vivimos en el campo, ganaderos incluidos, siempre tuvimos muchas inquietudes por aprender y progresar: en nada parece conocer usted la cultura de los campesinos, la agricultura, palabra que busco también en el Diccionario y dice exactamente «arte de cultivar la tierra». O sea, que hasta los agricultores tenemos nuestro arte, lo dice la Academia. Otra cosa eran los recursos de nuestros padres, el número de hermanos, la mili, la falta de transportes... Para qué le voy a explicar más: no puedo perder el tiempo, que ya tengo que volver a las vacas y al arte de cultivar el campo (lo dice el Diccionario, todo un arte sobrevivir en el campo, y más en estos tiempos).

Sólo debiera pensar usted que no todos nacimos en la ciudad, ni tuvimos las comodidades, los apoyos, la suerte, las habilidades, las oportunidades, los recursos... para llegar a catedráticos, ni a otros estudios y profesiones. Unos nacen con estrella y otros estrellaos –dice el refrán–. Porque una cosa hay muy clara, señora Josefina: deduzco del periódico que el señor Salvador Gutiérrez es catedrático de Lingüística, y también llegó a miembro de la Real Academia Española (RAE). Y asturiano de Bimenes, pueblo rural. Este señor, como esos otros alcaldes de distintos concejos rurales, sí que parecen entender lo que es haber nacido, y vivir en una zona rural asturiana, sobre todo hace unos cuantos años atrás.

Pero vayamos terminando: remata usted su desafortunada intervención (indignante para algunos rurales) poniéndolo todavía peor. Dice usted que se denomina rural (inculta) a una persona apegada al lugar donde vive, ya sea en el campo o en la ciudad. Vuelvo otra vez al Diccionario (porque en el campo también tenemos diccionarios, y desde hace mucho ya tenemos ordenador, interné, correo electrónico...), busco «urbano» y dice: «perteneciente o relativo a la ciudad». Vamos a ver, ¿quiere decir usted que los que viven en la ciudad, ahora resulta que también son rurales? Definitivamente, habría que cambiar el Diccionario... ¿O que sólo son rurales si, viviendo en la ciudad, no tienen ojos para mirar más allá de donde pisan, como dice usted de los del campo? Bueno, pues entonces cualquiera ya debe revisar sus propias miras; por ejemplo, planteándose llegar a miembro de la Real Academia Española, pongamos por caso, puesto que los hay del campo y de la ciudad. Siempre estará uno (o una) a tiempo de mirar más allá, en el pueblo o en la ciudad. Y, si no, quitemos para todos y todas lo de «inculto» como rural, y arregláu otru problema.

Luis Cachero García, Malveo (Lena)

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