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Cinco millones de tragedias

9 de Mayo del 2011 - José Antonio Gutiérrez González (Piedras Blancas)

Y en algunas familias por partida doble o triple. Son más de 1.300.000 hogares con todos sus miembros desocupados.

Todos recordamos muy bien, pues no hace tanto tiempo de ello, cuando el anterior ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, aseguraba que España nunca iba a llegar a cuatro millones de parados. Desgraciadamente, sí llegó y los está sobrepasando con creces. Tras rebasar aquella barrera psicológica, actualmente el país está columpiándose peligrosamente sobre ora cifra más escandalosa aún, por inasumible: la que forman los casi cinco millones de ciudadanos en el paro –exactamente, 4.910.200 según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) publicada esta misma semana–, que quieren trabajar y no pueden porque la economía patria no dispone de puestos para ellos. Es la cifra más alta desde el año 1976; nada menos que un 21,29% de trabajadores activos que se encuentra sin empleo.

Obviamente, España sigue ocupando la última posición del ranking europeo, seguida a cierta distancia por Lituania y Letonia, cuyos censos de paro superan unas décimas el 17 por ciento.

Organismos internacionales como la OCDE no han tardado en alertar del riesgo que supone mantener registros de desempleo tan elevados pues, además de lo nefasto que ello supone en lo económico, inciden de una forma considerable física y psíquicamente en los individuos afectados: deterioro y abatimiento del capital humano, envilecimiento del mercado laboral, desinterés en la búsqueda de ocupación...

Quedarse privado de trabajo es uno de los problemas que más condicionan y menoscaban el cotidiano estilo de vida de las personas. De mano, lógicamente, se provoca un cambio brusco en los ingresos, pero, asimismo, en las responsabilidades, en las relaciones sociales y en la convivencia familiar; y no hablemos de inseguridad porque el individuo ignora cómo va a seguir siendo su futuro y, a medida que pasa el tiempo, inestabilidad emocional que en muchos casos llega a la depresión. Y es que actualmente –tengámoslo muy en cuenta–, son cinco millones de tragedias personalizadas en ciudadanos todos ellos con alma y con rostro.

Por eso, aunque la ciudadanía esté optando por la lamentación silenciosa y no haya revueltas ni manifestaciones callejeras, ello no significa que no haya que afanarse en buscar soluciones rápidas y eficaces cuanto antes. Seguir tratando este cáncer con medicinas de herbolario, sigue siendo una alternativa no válida.

La situación, pues, se ha vuelto poco menos que insostenible y el Gobierno continúa demostrando que no tiene pericia ni capacidad para sacarla adelante. De poco han servido –a la vista de los recientes datos de la EPA– las rectificaciones y cambios de rumbo emprendidos, porque además el Presidente parece haber perdido toda credibilidad para liderar la salida del barranco en el que en buena parte, él nos ha metido con sus actuaciones erróneas.

Por ello, ante la delicada situación que también se presenta a toda la sociedad española, Rodríguez Zapatero debiera exhibir una mayor nobleza y elevación de miras convocando, y cuanto antes mejor, elecciones generales.

Sería para él un digno «final de fiesta».

José Antonio Gutiérrez González

Piedras Blancas

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