De patologías

14 de Mayo del 2011 - José Manuel Fueyo Méndez (Oviedo)

Estuve dudando si pedirle permiso para escribir a don Jesús Iglesias, líder regional de Izquierda Unida, pero doy por supuesto que esa curiosa patología que le afecta, bastante extendida entre la clase política, de sentir alergia hacia los escritos episcopales, no se extiende hacia grados inferiores de la jerarquía eclesiástica. No pudiendo dominar además mi patológica costumbre de escribir a tiempo y a destiempo, oso, sin la venia del señor Iglesias, emborronar unos renglones. Por si no estabas al loro, te aclaro, lector, que al cabeza de lista de IU no le parece bien que el señor arzobispo vaya a escribirnos una carta a los cristianos de Asturias orientándonos para las próximas elecciones. Mentando incluso el Código Canónigo (sic) –¿habrán publicado los canónigos un código y este cura sin enterarse?–, el señor Iglesias amenaza con hacer campaña en contra de la «x» a favor de la Iglesia. Eso, eso. Hay que hablar de las «x» de la declaración de la renta. Para bien o para mal; el caso es hablar de ello. A ver si, poco a poco, los gobernantes se toman la democracia más en serio y nos permiten poner más «x», muchas «x», en la declaración de la renta. El movimiento se demuestra andando y la democracia permitiéndoles a los contribuyentes decidir en qué se emplea su dinero. Y, de momento, sólo podemos poner dos equis en la declaración. No hay derecho a que se paguen abortos con el dinero de los españoles contrarios al aborto. No hay derecho a que se financie el cine con el dinero de los que vomitan cada vez que ven una película. El que quiera partidos, políticos o de fútbol, que los pague; el que quiera toros, que ponga otra «x»; el que quiera televisiones autonómicas, más de lo mismo; el que quiera sindicatos, «ídem de ídem»... Y perdón por la mezcolanza de temas. Hablando de sindicatos, en el 1.º de Mayo más lamentable de las últimas décadas, con las cifras de desempleo más altas de la historia, los sucedáneos de manifestaciones obreras quedaron oscurecidos por la beatificación de Juan Pablo II y el supuesto asesinato del patológico Bin Laden. Lo de Juan Pablo tiene su lógica, porque alguna de las encíclicas del ya beato defiende más la causa obrera que los actuales sindicatos, afectados por las patologías de los paniaguados. Pero no te confundas, lector, si mezclo a Juan Pablo con Bin Laden, porque en modo alguno pretendo suscribir el patológico oráculo del presidente de Perú, Alan García, al que se le ocurrió considerar como milagro del nuevo beato el asesinato del terrorista. No menos patológica parece la conducta de los portavoces de la CIA, porque la milonga que montaron en torno a la supuesta muerte de Bin Laden no se la tragan ni los más crédulos del lugar. En todo caso, el camino elegido por los americanos resulta más que discutible. Obama se quitó la careta, poniendo de manifiesto que sufre la misma patología que sus predecesores, de creerse el amo del mundo y el tribunal supremo de justicia internacional, y, con la vergonzosa anuencia de los líderes europeos, incluido el nuestro, decidió ejecutar la «supermoderna» ley del talión. Pero el terrorismo de Estado no es menos terrorismo ejercido por un país democrático que por uno sometido a dictadura. Saturno USA devora a uno de sus hijos, al que antaño adiestró y armó, pero después se rebeló. El caso es que son tantos los hijos rebeldes que el Saturno americano tendrá que hacer horas extras para que no se repita el mito romano y aparezca un Júpiter que lo destrone. De momento, el mayor peligro se cierne sobre las minorías cristianas, que ya vivían amenazadas y perseguidas en algunos países afectados por la patología de la intolerancia, entre ellos el propio Pakistán, y todo apunta a que en los próximos meses lo estarán más. Por lo demás, el supuesto asesinato de Bin Laden ha levantado grandes entusiasmos. Resulta explicable que los familiares de las víctimas del terrorismo islámico se alegren de su desaparición, pero llama negativamente la atención el hecho de que cientos de americanos y no americanos salieran a la calle a festejar el óbito del terrorista, como quien festeja el éxito de un equipo de fútbol o la llegada de un nuevo año. Una patología más de una sociedad afectada por demasiadas patologías. Y si no que nos lo pregunten a los ovetenses, que tenemos un gobierno municipal que sufre una patológica adicción a los gastos suntuarios: entre el quita y pon de la plaza Longoria Carbajal, el hago y deshago de La Corredoria, la penúltima escultura que apareció cabe el Campoamor... queda claro que gobernar el municipio solamente con el teléfono móvil no es la mejor de las opciones.

José Manuel Fueyo Méndez, párroco de Nuestra Señora de Covadonga

Oviedo

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