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Las mentiras de la Iglesia

24 de Mayo del 2011 - Francisco Manuel Domínguez Menéndez (Avilés)

No es nada nuevo que en el mercadeo del voto todo vale. La lucha por el poder entre la clase política tiene mil semblantes y todos ellos conocidos. Lo novedoso de esta campaña es el ejercicio publicitario, a cara descubierta, que el arzobispo de Oviedo hace a favor del partido de sus amores.

En Europa, tanto las comunidades protestantes como las calvinistas y católicas usaron de la mentira de forma obscena y criminal. Las primeras, ahorcando en nombre de Dios a quienes no se sometían a sus reglas y, la última, quemando en la hoguera purificadora de la vanidad a sus propios hermanos. La vanidad, en una de sus acepciones, significa caducidad de las cosas de este mundo. Es curioso cómo las iglesias europeas se encargaban de poner, con mil y una artimañas mentirosas, fecha de caducidad a quienes no tenían ninguna capacidad de defensa.

Todas las iglesias que en el mundo existen han tenido, y tienen, a lo largo de la Historia, un papel fundamental en la educación de los pueblos. Tanto es así que el tan admirado comportamiento cívico del pueblo japonés en la tragedia que acaban de vivir se debe, en gran medida, al sintoísmo, religión nativa del Japón que promovió durante siglos un código de valores que dan como resultado una ciudadanía educada en el respeto social.

La nuestra, la católica, aunque también promueve códigos de valores, como todas, es una religión que basó la transmisión de sus enseñanzas en el miedo, no en el respeto.

Quiero decir con esto que la jerarquía eclesiástica católica se equivocó en el método utilizado para enseñar o inculcar unos valores que, en principio, son buenos. Nosotros, ante una tragedia como la vivida en Japón, jamás tendríamos el comportamiento cívico de los japoneses y esto se lo debemos, en gran medida, a una Iglesia más preocupada históricamente por mantener el poder utilizando el garrote y aliándose con la dictadura, que formando humana y cívicamente a sus hijos.

Que ahora salga el arzobispo de Oviedo pidiendo el voto para el PP entrometiéndose en la vida política de nuestra comunidad es, cuando menos, obsceno. Recuerde usted las mentiras tanto de la Iglesia como del partido de sus sueños, que haberlas haylas, y muy gordas.

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