La vuelta al mundo con Iberia
Habíamos madrugado, llevábamos trabajando ocho horas y encima debíamos coger un avión a última hora de la tarde, pero, como dicen por estas tierras, «sarna con gusto no pica», y celebrar la despedida de soltera de una de nuestras mejores amigas en Madrid sin duda era un buen motivo para estar contentas a pesar del cansancio.
Todo pintaba más o menos bien hasta que esa gran compañía aérea llamada Iberia se cruzó en nuestra despedida. Nuestro vuelo con salida a las 21.25 estaba «delayed». Durante una larga hora tuvimos tiempo para que nos estafaran por una flauta de jamón ibérico en la cafetería, hacer todos los test de amistad, celos y estilo que encontramos en las revistas y hasta nos dio tiempo a pasear hasta el baño unas tres veces por amiga, eso serían unas 21 veces aproximadamente; pero al menos llegaba la hora de embarcar. ¡Bien! Parecía que la despedida iba tomando forma, pero nada más lejos de la realidad. Una vez en el avión, con las maletas colocadas y los cinturones bien apretados, nos comunican que hay una avería. Tras intentar fijar el problema durante un buen rato nos informan de que la avería continúa y de que, por tanto, procederemos a cambiar de avión. Y otra vez a esperar a que el nuevo avión estuviera listo. Hasta las 01.35 de la madrugada no pisamos suelo madrileño. Estaba claro que si hubiéramos optado por realizar el viaje en burro hubiéramos llegado antes.
Por supuesto, la situación no podía quedar así. Nuestra amiga Cris, la que se casa, llevaba esperándonos en Madrid desde las 18.00 de la tarde imaginándose de todo, y encima a esas horas de la madrugada tendríamos que recurrir al taxi para atravesar Madrid, ya que el metro estaba cerrado. Pues bien, una vez perdidas, al río..., nos dirigimos al mostrador de Iberia decididas a recibir una explicación por las horas de despedida que llevábamos desperdiciadas y nos encontramos con dos señoritas que, vaya por Dios, menos atender al público hacían cualquier cosa. No sé en qué momento se torció la situación, pero el caso es que cuando nos dimos cuenta allí estábamos intentando rellenar siete reclamaciones con un bolígrafo. No esperaba que tuvieran firma electrónica, pero al menos dos o tres bolígrafos de propaganda hubieran hecho que nuestra crispación no fuera in crescendo. Y para colmo, las señoritas de «Falta de Atención al Público» no hacían más que recordarnos que nosotras no habíamos perdido nuestro vuelo y había mucha gente que sí. Perdón, ¿es esto una excusa? Que nosotras estuviéramos jorobadas no quita para que hubiera gente que aún lo estuviera más, pero no por ello voy a dejar de reclamar lo que es mío. El retraso del vuelo trastocó nuestros planes, pero sin duda la insolencia del servicio de reclamaciones de Iberia agotó nuestras fuerzas.
Ya han pasado tres semanas desde que esto sucediera y por fin hemos tenido una respuesta de la compañía. Nos abonarán los gastos realizados durante el retraso del vuelo. ¿Con esto se refieren al vaso de agua que nos dieron a bordo o a los sándwiches que no pudimos comprar porque nos tuvieron todo el tiempo retenidos en el avión? Está claro que hay cosas en esta vida que no se pagan con dinero, para todo lo demás, Iberia (bueno, ni siquiera para eso).
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