La hora de los jóvenes
Veo en la televisión, en los periódicos y en internet que a los jóvenes españoles se les ha llenado el jarro de mentiras, paro y precariedad. Parece ser que la generación más preparada y más maltratada de la historia de España ha dicho basta, y se les ha oído desde bastante lejos.
Escribo desde Santiago de Chile porque la crisis me hizo la maleta. Armado de mi título universitario, que tenía pinta de ir a adornar una pared o servir de cuña para una mesa coja. Di el salto al charco, con el billete pagado por mi madre, por supuesto, ya que mis ahorros no daban para lo que cuesta. Ahora tengo un buen trabajo, un buen sueldo y por primera vez en mis treinta años vivo independiente. Puede parecer un buen trato, pero «sólo» he tenido que dejar atrás a mi familia, a mis amigos, a mis enemigos y a toda mi vida en Asturias; quien crea que mereció la pena es que no ha tenido nunca que hacer el sacrificio.
Veo que los jóvenes españoles se reúnen para decir «NO» a un sistema que los ha sacrificado en los altares del capital, de la «competitividad» de las empresas (no sé a ustedes, pero siempre que algún empresario dice «competitividad» yo oigo «maximizar beneficios»); y por primera vez desde que estoy en Santiago tengo ganas de volver. Quiero volver para unirme a los manifestantes de Sol, de Oviedo, de Gijón y de todas partes de España para decir que estoy hasta los mismos bemoles de que los mismos que nos gobiernan, incompetentes sin personalidad, de las listas cerradas de los partidos, de todos los partidos; de los medios de comunicación que sacan brillo a los colmillos del poder y, sobre todo, de aquellos que dicen «quien no es comunista cuando es joven...», «si al final todos los políticos son iguales», «si la crisis es culpa nuestra que estiramos la mano más que la manga» y otras perlas de la demagogia y la extrema estupidez del género humano.
Todos somos los manifestantes de Sol, porque sus miedos y sus esperanzas son las nuestras. Yo estoy a diez mil kilómetros de ellos y puedo oírles. ¿Pueden oírlos ustedes?
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