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¡Dios mío en que manos estamos!

20 de Mayo del 2011 - Matilde Iglesias Pidal (Gijón)

A los establecimientos autorizados para la venta de tabaco con recargo, les obligan a hacerlo a través de una máquina expendedora, máquina que cuesta un dinero, ocupa un espacio, requiere un mantenimiento y multiplica el trabajo, (hay que limpiarla, llenarla, comprobar las existencias etc.), además, no está permitido que la accionen los clientes, tiene que hacerlo el vendedor.

Entonces, ¿para qué sirve la máquina?, yo le encontraría sentido si tuviese la facultad de volver menos nocivo el tabaco, pero no creo..., todo esto, con la que está cayendo, no tendría más importancia que los trastornos que esta norma ocasiona a unos cuantos ciudadanos, si no fuera que los que la impusieron son los mismos que toman todas las decisiones del país.

Ante semejante despropósito cabe pensar mal y que tengan algún interés en la fabricación y venta de estas máquinas, o pensar peor y que el cerebro no les funciona adecuadamente. En cualquier caso, es para echarse las manos a la cabeza... y al título me remito.

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