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«Indignados» o la primavera de la izquierda

24 de Mayo del 2011 - Juan Carlos Rodríguez Castedo (Oviedo)

Desde hace unos días no dejamos de contemplar cómo las plazas públicas más representativas de nuestras principales ciudades han sido tomadas por una cada vez más heterogénea masa de ciudadanos indignados que, tomando como bandera unos valores tan indiscutibles como genéricos, parecen ganar cada vez más fuerza y, sobre todo, presencia en los medios.

Este nuevo fenómeno, que aún no puede ser considerado técnicamente como un movimiento social propiamente dicho, tanto por el apoyo creciente que está recibiendo como por su propia naturaleza y el momento en que ha eclosionado, no puede ser obviado y merece un especial análisis por parte de los que estamos implicados, de una u otra forma, en la vida pública.

Si bien aún no conocemos exactamente cuáles son las propuestas que van a salir de las distintas comisiones de trabajo en que se están organizando los manifestantes, sí que podemos intuir qué sentido van a tener y cuál va a ser, a grandes rasgos, la evolución de estos grupos, ya que, en realidad, no nos encontramos ante algo realmente nuevo ni original.

En primer lugar, debemos plantearnos de dónde ha surgido intelectualmente esta mareona ciudadana y, antes de ver quién está secundando las concentraciones a pie de calle, quiénes son sus principales ideólogos y promotores. En este sentido, la respuesta es clara: estamos ante un fenómeno con marcados tintes antisistema que ha sabido hacerse eco y adueñarse de un discurso que ya estaba muy extendido entre nuestros jóvenes y que, desde Reconstruir Asturias ya estábamos denunciando como uno de los grandes riesgos actuales para nuestra joven democracia desde hace meses.

Con esto no estamos diciendo que la gran mayoría de los ciudadanos que se están concentrando en nuestras plazas sean elementos antisistema, ni mucho menos. El desencanto al que se refieren en sus aún variopintas declaraciones públicas está plenamente justificado y es compartido con una abrumadora mayoría de los españoles. En España, y en Asturias aún más dramáticamente, hemos llegado a una situación inaudita en una zona del mundo que se supone desarrollada.

Sociológicamente este fenómeno no es nuevo y era previsible. Lo que tienen en común las manifestaciones que llevamos meses presenciando en el mundo mediterráneo con las que acaban de iniciarse en un país democrático y plural como es España tienen una base principalmente económica y, más en concreto, proceden de la diferencia entre las necesidades generadas artificialmente por el consumismo inherente al sistema capitalista y las dificultades para materializar su satisfacción, agravadas especialmente por la actual situación de crisis económica.

Sin embargo, de ahí a que se estén poniendo en tela de juicio los fundamentos mínimos que definen nuestro modelo de convivencia –el sistema de creencias colectivas, que diría Ortega– hay un salto cualitativo, desde nuestro punto de vista inducido de forma interesada por los padres y promotores de Indignados. La izquierda, no en vano, ha encontrado en este fenómeno un instrumento de movilización y captación política de alto valor. Los riesgos de instrumentalización y manipulación política de estos ciudadanos descontentos son altísimos y especialmente peligrosos cuando se producen en fechas tan cercanas a unos comicios electorales.

Hay otro camino para manifestar el descontento, mucho más fértil, democrático y práctico que salir a la calle a defender la no participación electoral y lanzar soflamas contra un sistema que nos ha procurado paz y progreso durante décadas. Es cierto que hay muchas cosas que cambiar, pero siempre desde dentro de los cauces democráticos y legales adecuados. Para contribuir al cambio, la participación ciudadana debe aportar trabajo y partir de un pensamiento positivo. Cayendo en el desánimo y sentándonos a esperar no conseguiremos nunca mejorar la situación en que actualmente vivimos y correremos el riesgo de ser manipulados por estas minorías bien organizadas que ahora buscan su primavera.

Juan Carlos Rodríguez Castedo, presidente de Reconstruir Asturias, Oviedo

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