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Entre el derroche y la media luz, y además, un recuerdo para el general Riego

12 de Junio del 2011 - Marilde García

En junio de 2007 escribí en estas páginas «Farolas», afirmando que éstas, omnipresentes en nuestra ciudad, podían considerarse símbolo de la transformación que había experimentado Oviedo por obra del alcalde Gabino de Lorenzo y como consecuencia de la ejecución de los llamados «planes de choque», uno de cuyos resultados más visibles fue llenar la ciudad de elementos con pretensiones ornamentales, entre los cuales reina la farola –«isabelina» era la etiqueta que hasta entonces las distinguía–. Las farolas atiborraron (utilizo este término en su significado más rotundo) y uniformaron no sólo Oviedo ciudad, en todas y cada una de sus calles, plazas y rincones, sino también los demás núcleos urbanos del municipio y hasta algunas zonas rurales. El resultado fue un extraordinario derroche de luz (que no de una iluminación adecuada), de energía y de dinero público. Que esto fue así lo evidencia la actual situación del alumbrado de nuestra ciudad.

En julio de 2007 este diario se hizo eco de las siguientes declaraciones del regidor ovetense: «El Ayuntamiento de Oviedo tiene como uno de sus objetivos estratégicos el ahorro energético. No podemos vivir ajenos al incremento de los precios de la energía y a los problemas asociados al llamado cambio climático. Es un deber de solidaridad con las futuras generaciones evitar las consecuencias sobre la naturaleza del calentamiento global por las emisiones de CO2. Vamos a presentar un plan de ahorro que recorte nuestra factura energética mediante la reducción de las horas y de las intensidades de la iluminación de las calles y plazas de Oviedo…». Serían unas palabras muy sensatas si no fuera porque sólo unos meses antes se había ejecutado el XX «plan de choque» con el consecuente despliegue «farolil», en la calle Pedro Masaveu, por ejemplo. Y uno se pregunta ¿pero es que la necesidad de ahorrar energía y la preocupación por el cambio climático brotaron de la nada en 2007?

El citado plan se puso en marcha a principios de 2009, lo que llevó a reducir la iluminación de las calles (se encienden una o dos lámparas en las farolas de tres brazos y tres o dos en las de cinco), es decir, en año y medio del derroche de luz y energía se pasó a la media luz, la misma que hubieran proporcionado la mitad de las lámparas instaladas. Y se hubiera evitado el que supongo enorme gasto del dinero público. Valga como clarificador, además de apabullante, ejemplo el que sigue: las 36 farolas de la antigua iluminación de la calle General Elorza fueron sustituidas por 55 de cinco brazos cada una, es decir, pásmese el lector, ¡275 lámparas! ¿En cuánto se incrementó la factura de Hidroeléctrica? ¿Es o no es esto derroche? Bueno, más bien es un auténtico despilfarro (el diccionario de la RAE dice que despilfarrar es «consumir el caudal en gastos desarreglados»). ¿Y los cientos de lámparas instaladas en la urbanización La Manjoya, en donde el fantasmagórico bosque de farolas de cinco brazos que durante años sólo iluminaron a las estrellas y que actualmente, en las zonas no edificadas y en los accesos, están totalmente apagadas, ofreciendo sus negras siluetas un inquietante paisaje nocturno? Más triste aún si tenemos en cuenta que esta ¿actuación urbanística? supuso talar 60.000 metros de bosque, tal como consta en un informe del Ayuntamiento.

El nuevo paisaje urbano es bastante deprimente, no por la intensidad de la nueva iluminación, que es suficiente, sino por el aspecto que ofrecen las farolas con lámparas apagadas ¡Cuántas sobran! ¡Cuántas no debieran haberse instalado!

Pero no es ésta la única imagen lastimosa de nuestra ciudad ¿Se han fijado ustedes en el estado de deterioro en que se encuentran muchas farolas? Oxidadas, herrumbrosas, en algunos casos incluso con el riesgo de desprendimiento de la capa exterior. ¿Exageración? Dense ustedes un paseo por la calle Alférez Provisional, por poner un ejemplo, quizás el caso más sangrante (y pocas veces mejor utilizado este término a la vista de las «heridas abiertas, rezumando óxido», que recorren las farolas en toda su longitud), aunque es fácil que no necesiten desplazarse, les bastará con fijarse en las que hay en su calle o en su barrio (y de paso presten también atención a las bases de granito en las que se apoyan). Algunas ya fueron pintadas, las más «parcheadas» sería el término más exacto, tal es su estado (no así en la calle Uría, en el entorno del Auditorio o en el perímetro inmediato del edificio Calatrava, recién y bien restauradas; no podía ser de otra manera…). Y esto sin prestar atención a esas jardineras con aires funerarios, de muy dudoso gusto, muchas de las cuales presentan también un estado bastante ruinoso. Concluyendo: esta «farolada» que pretendía ser un elemento embellecedor, hoy –en el ecuador del mes de mayo de 2011– la integran miles de «trastos viejos» diseminados por la ciudad. El rápido deterioro y la gravosa carga que su mantenimiento supone para las arcas municipales pueden ser un lastre para el futuro.

Un recuerdo para el general Riego

En el monumento que centra la plaza de Riego podemos leer: «Al general tinetense Rafael del Riego, defensor de la Constitución de 1812. El Ayuntamiento de Oviedo». Protagonista en enero de 1820 del pronunciamiento militar a favor de la Constitución de 1812 y contra el régimen absolutista impuesto por Fernando VII a su regreso de Francia, abriendo con ello un breve período de monarquía constitucional (Trienio Liberal, 1820-23), el ilustre hijo de Tuña es considerado como uno de los más representativos defensores de las libertades civiles en España, empeño por el que, con el beneplácito del autócrata, fue condenado a morir en la horca y al descuartizamiento posterior, lo que le llevaría a convertirse en el mártir por excelencia de la represión política que trató de impedir el triunfo del liberalismo frente al absolutismo.

Es esta circunstancia la que motivó que los ayuntamientos de Tineo y Cabezas de San Juan (Sevilla) instituyeran en 2003 el Premio a las Libertades «Rafael del Riego». En su última edición los premiados fueron el lendakari Patxi López y el líder del PP vasco Antonio Basagoiti, tratando de personificar en ambos políticos a todas las personas que, aun en circunstancias adversas y venciendo el miedo, luchan por la libertad y la democracia. Ambos dedicaron su premio a todos aquellos que han defendido la libertad en Euskadi.

A la entrega del premio, que este año tuvo lugar en Tuña, acudió, entre otros políticos, Isabel Pérez Espinosa. Curiosa asistencia ésta, si tenemos en cuenta que la hoy candidata a la Presidencia de Asturias por el PP venía formando parte del equipo de gobierno de nuestro Ayuntamiento desde 1999, es decir, participó en la decisión de instalar el alumbrado que lleva como distintivo el escudo de Fernando VII, «el rey quizá más impresentable de cuantos hubo en nuestra Historia (así lo expuse y justifiqué en «Farolas»)… Tras las abdicaciones de Bayona, que convirtieron a Napoleón en dueño de la corona española, mientras los españoles luchaban contra los ejércitos imperiales en nombre del «deseado» rey Fernando, éste felicitaba a José Bonaparte y pedía al emperador francés que lo tomase por hijo adoptivo... Su vuelta al trono español en 1814, en palabras de Ernesto Conde, no sólo fue el comienzo de una brutal «purificación» que afectó a cuantos españoles habían tenido algo que ver con el sistema político constitucional de 1812 (entre ellos, el general Riego), sino que ordenó la disolución de las corporaciones que, en el caso de los ayuntamientos, estaban formadas por personas elegidas según un procedimiento con raíces populares, muy distinto al del Antiguo Régimen… Abolió por completo ese régimen de libertades políticas, volviendo los ayuntamientos al estado de 1808».

Y aquí, hoy, añado la siguiente cita del profesor Coronas González: «Las convulsiones políticas que vive la nación a partir de la guerra de la Independencia y la atormentada etapa del absolutismo incidirán negativa y profundamente en la Universidad ovetense». Y Fernando VII tuvo un papel protagonista en tal situación.

Corolario

A la vista de todo lo anterior resulta complicado, y de ello deberían ser conscientes los ciudadanos de esta ciudad, tratar de entender qué movió al alcalde Gabino de Lorenzo a sustituir el modelo de La Nave con escudo de Oviedo (utilizado en los primeros «planes de choque») por el de Fernando VII, con el que acabó inundando la ciudad en una especie de homenaje masivo al «rey felón». No creo que éste fuera el móvil, sino que simplemente, lo que no sé si es peor, se instalan unas farolas con un escudo coronado y con el número VII en su interior, rubricado por la fecha 1832, es de suponer que por unas condiciones económicas más favorables ofrecidas por Estilo II, la empresa madrileña fabricante de estas iluminarias, y ello sin valorar su calidad, el porqué de su diseño, sin tener un mínimo conocimiento de nuestra Historia, lo que entra en franca colisión con una ciudad como Oviedo que tiene la Universidad como una de sus señas de identidad. Oviedo no merece este agravio, que no es cuestión baladí, como es fácil que se trate de justificar escudándose en el desconocimiento de una parte de los ovetenses.

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