¿Indignados o desencantados?
Viendo lo que estamos presenciando en la Puerta del Sol cada vez albergo más dudas de si las personas que se están sumando a la iniciativa de Democracia Real Ya y otras plataformas y colectivos ciudadanos son tanto ciudadanos realmente indignados o simplemente desencantados del Partido Socialista Obrero Español.
Resulta curioso que, siendo como es el PSOE el principal responsable de la actual y dramática situación de crisis que se denuncia en estas concentraciones, las críticas vayan también dirigidas a un Partido Popular que ha permanecido durante todos estos años en la Oposición.
El que se haya elegido la mismísima puerta de la Presidencia de la Comunidad de Madrid como centro neurálgico de las protestas y que éstas hayan surgido justo en un momento en que se se prevee una debacle socialista en practicamente todo el mapa electoral español recuerda demasiado a los asaltos de las sedes populares el 13M y los consabidos resultados de aquella fragante violación de la jornada de reflexión que, si nadie lo impide, volverá a repetirse este sábado.
Para el electorado socialista, movilizado tradicionalmente de forma puramente ideológica, resulta en estos momentos muy difícil la actual situación, debatiéndose muchos de sus electores entre la abstención electoral como respuesta a los recortes sociales ejecutados por el Gobierno del Sr. Zapatero y la amenaza siempre tan recurrente del que viene la Derecha a la que están volviendo a recurrir los candidatos socialistas en todo el mapa español.
Este componente ideológico del voto socialista es el que impide un voto maduro y sofisticado que permita votar al adversario para promover un cambio político. Un votante socialista convencido es muy complicado que vote al centro-derecha, independientemente de las barbaridades que puedan hacer los gobiernos de su partido favorito, entendido más como un club de fútbol al que se debe manifestar adhesión condicional que como un proyecto de gobierno con sus defectos, virtudes y momentos históricos.
Lo que tenemos en la calle es más una izquierda que se resiste al cambio que un grupo de ciudadanos que busca un cambio real. Lo idealista y trasnochado de las reivindicaciones fantasmagóricas que se están realizando desde estas concentraciones no hace sino confirmar la mayor: el problema es que los nuestros han fallado, que los sindicatos están comprados y ya no convocan huelgas generales y que, por supuesto, no podemos votar al enemigo.
Ante esta situación, queda lo que vemos, el pataleo contra el PSOE y, cómo no, contra el PP también, por las razones anteriormente comentadas.
Estamos ante el riesgo de una nueva violación de la ley electoral por parte de grupos organizados de la izquierda, expertos en la manipulación como buenos discípulos del Maquiavelo más clásico, todo esto amparado en un conveniente disfraz democrático y victimista. Veremos lo que sucede este sábado, pero desde luego parece fácil de preveer. Eso sí, no disolvamos las manifestaciones, no sea que nos comparen con Gadafi.
Y, mientras, el Estado de Derecho y el Imperio de la Ley al traste, como siempre.
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