El regalo
En estas páginas, el 3 de enero de este año, con el título «Carta a los Reyes Magos», hice públicos mis deseos más privados: «Queridos Reyes Magos: Este año no os pediré el libro de viajes. También renunciaré al jersey de cuello alto. Pero, por favor, no os olvidéis de alentar a la primavera para que haga florecer un proyecto que aúne el enorme potencial humano de nuestro Principado y avente más allá de las fronteras regionales a todos aquellos que, de izquierda a derecha, entienden la política como un usufructo profesional permanente». Con la benevolencia que caracteriza a los Pajes Reales de mi zona, junto a un colorido jersey con el que acompañar la lectura, desde la mañana del 6 de enero, debajo de mi cama, espera el regalo más preciado. Día a día, cada noche, entre las diez y las once, en una especie de rito, he intentando confirmar su contenido. Con la inseguridad que provoca lo desconocido, y con los medios de comunicación ocupados en cuestiones circenses, llegué a pensar que contenía un balón de fútbol. Luego, hundiéndome aún más en la marea del desánimo, estuve seguro de que era una freidora. Hoy vuelvo a confiar. Ha habido una novedad. He sido capaz de introducir en la caja un par de sobres. Ya no puedo soportarlo más. Esta noche rasgaré el envoltorio.
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