En defensa de Ángel Villa
Estamos acudiendo con estupor a una de las injusticias más evidentes que la arqueología española ha contemplado en las últimas décadas. ¿Es un castigo por parte de la Consejería de Cultura del Principado a la valentía de uno de sus representantes? ¿Se ha decidido emprender una persecución contra los especialistas más honrados, contra los mejores de nuestra profesión? ¿Nos molestan aquellos que afrontan decisiones, se arriesgan, procuran difundir sus actuaciones y hacer rebrotar nuestras buenas cualidades, esas que tenemos adormecidas? ¿Es un castigo a los mejores por parte de los mediocres?
Ángel Villa es un excelente arqueólogo que con su saber y entusiasmo ha resucitado la arqueología castreña de un largo letargo en la que se había sumido después del gran impacto internacional que supusieron las excavaciones del castro de Coaña por A. García y Bellido y Juan Uría. El dibujo de este poblado, más los estudios que acompañaban esa imagen, supusieron la inclusión de la cultura castreña asturiana en las discusiones de la prehistoria europea. Pero Coaña no había proporcionado cronologías precisas. Sí se sabía que el yacimiento sobrevivió al primer siglo de la era pero, ¿desde cuándo y hasta cuándo se podía hablar de cultura castreña?
Fechas precisas que las facilitó la pulcritud de la excavación del Chao Sanmartín dirigida por Ángel Villa, quien pudo dar datos concretos para comprender los orígenes del castro y las diferentes fases de la ocupación romana, para valorar la convivencia de la cultura castreña y la romana hasta tiempos de Vespasiano al menos, convivencia en la que las características de las formas de vida de los castreños se vieron ensambladas con las de los romanos. Es un testimonio único de simbiosis cultural: junto a tipos de habitación castreña existían termas, vidrios romanos de altísima calidad con dedicatorias escritas, sistemas ponderales, armas de parada y un largo etcétera que Ángel Villa iba enseñando a los colegas para que se conociera mejor, sin ocultar, sin privatizar, sin monopolizar materiales, datos que él y su equipo habían extraído de una excavación modélica por su profesionalidad, metodología y entusiasmo.
No sólo estas visitas particulares promovidas para difundir el conocimiento de los hallazgos materiales y recabar opiniones y discusiones entre colegas, sino en un ámbito más amplio, Ángel Villa organizó congresos sobre La Cultura Castreña Asturiana en los que dio a conocer públicamente los espléndidos resultados de las cronologías que nos permiten ahora aplicarlos a esta cultura asturiana que tanta personalidad presenta. Todo su buen hacer es un modelo de actuación para los directores de excavación y también para los arqueólogos que sirven en la administración de cultura.
En todas sus actividades Villa ha demostrado entusiasmo en su trabajo, pero parece que el entusiasmo va en detrimento de la profesionalidad y que se castiga –como en el caso de Villa– a quien desempeña su cargo con auténtica vocación, y porque van por delante los intereses de la arquelogía no tiembla antes de hacer públicas circunstancias que le escandalizan, sin sopesar que ello le pueda traer consecuencias políticas, profesionales y, lo que es peor, familiares. El partido que le otorgó la responsabilidad le castiga y le persigue por haberla ejercido.
Por ello en el CSIC y en las universidades –buena muestra de ello son las cartas de apoyo a Ángel Villa en la red– no comprendemos cómo puede sustentarse una demanda y un proceso inculpatorio sobre ese investigador porque siendo arqueólogo de la Consejería de Cultura denunció que los materiales de La Campa Torres estaban abandonados y maltratados en un «zulo» en el que habían quedado tras las excavaciones del yacimiento. Desgraciadamente uno de los excavadores –José Luis Maya– murió hace años, pero el otro –Francisco Cuesta– podrá dar información sobre por qué se depositaron allí y, sobre todo, cómo luego no se informó sobre su existencia a los sucesivos responsables de Cultura que el Principado ha tenido, y ahora se persigue sin embargo a quien con la responsabilidad y profesionalidad que le caracterizan ha dado la voz de alarma, ha hecho pública la afrenta al patrimonio arqueológico de Asturias. Es evidente que, dadas las circunstancias para Ángel Villa, lo plausible, lo «correcto» hubiera sido silenciar la situación y esperar que el problema heredado le hubiera surgido a cualquiera de los sucesivos responsables y que quizás alguno de ellos tendría el coraje de afrontar una delicada decisión: dar a conocer el riesgo de pérdida casi total de los materiales de una de las excavaciones más importantes del Principado.
Subtítulo: Argumentos a favor del arqueólogo y en contra de la Consejería de Cultura
Destacado: La del Chao es una excavación modélica por su profesionalidad, metodología y entusiasmo
¿Es eso lo que se esperaba de la ética profesional de Ángel Villa?
El mejor ejemplo de la ética de Ángel Villa es la custodia de los materiales de la excavación del Chao, dirigida por él mismo, un modelo cuando nosotros, la familia García y Bellido con otros amigos del occidente de Asturias, visitamos el castro la última vez, en agosto, desde Figueiras. Estuvimos largamente en el museo viendo las monedas, los vidrios, el ponderal formado por varios pesos. Todo ello perfectamente etiquetado, guardado y en el lugar apropiado para poder ser consultado por cualquier investigador en cualquier momento. Más aún, Ángel Villa se ha encargado de dirigir la edición de un catálogo de la exposición permanente de Chao Sanmartín, cuyos ejemplares siguen en los fondos de la Consejería de Cultura sin haber sido distribuidos, ni a los autores, ni a las librerías, después de dos años de estar editados. ¿Cuál es la razón para ese buscado silencio?
Por ello, escandaliza el pensar que unos errores, descuidos y abandono de los materiales de la Campa Torres, provocados porque en el curso de las excavaciones los responsables de ellas no tuvieron el prurito de custodiarlos apropiadamente y durante más de una década no hayan sido revisados, estén causando el que se persiga a Ángel Villa, que es quien ha sacado a la luz el riesgo de la pérdida de ese patrimonio.
Habría de justificar el por qué me he permitido escribir estas líneas tan personales, tan enfáticas, pero como asturiana adoptiva, después de 50 años pasando los veranos en el occidente de esta bella tierra a la que nos dejó ligados los trabajos de mi padre en Coaña, con excelentes amigos, incluso con hijos asturianos, me duele profundamente que algunas de sus gentes estén mostrando lo peor de lo que somos capaces.
M.ª Paz García-Bellido,
investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Madrid
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