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Juan Luis Iglesias Prada, un asturiano excepcional

27 de Mayo del 2011 - Rufino Roces García

El pasado día 12 de marzo, sobre las 9.45 de la mañana, recibo un correo electrónico que decía lo siguiente: «Me envían esta nota que no me puedo creer. Nota de Uría Menéndez: Tenemos, lamentable y dolorosamente, que daros nuevamente una mala, una terrible noticia: Juan Luis Iglesias, Socio Fundador, Secretario del Consejo y, por encima de cualquier titulo, "alma máter" de este despacho, amigo entrañable, compañero leal, discípulo fiel y predilecto de D. Aurelio y maestro de generaciones de universitarios, al tiempo que referente de jóvenes abogados de Universidad Madrileña durante más de 30 años, acaba de fallecer súbita e inesperadamente esta noche. A las 5 de esta tarde seguía despachando telefónicamente asuntos del Consejo, comentaba la evolución de una dolencia menor –¡qué ironía!– que le tenía paralizado –encadenado, decía– en casa y hablaba con optimismo de la operación que en una semana iba a aliviar definitivamente sus dolores de espalda. Estaba vivo, ilusionado y preocupado por el tiempo que la dolencia le restaba en su dedicación sempiterna: al Despacho. Ahora, menos de doce horas después, ya no está».

Antetítulo: In memoriam

Subtítulo: Funeral mañana en Langreo, del que era un magnifico valedor

Destacado:Todos los españoles perdemos un gran personaje, un hombre bondadoso, una persona honrada, buena y trabajadora, con unos conocimientos envidiables

Quedé perplejo, anonadado, como en el propio mensaje rezaba «¡¡No me lo podía creer!!». Había que tratar de averiguar lo ocurrido. El número del remitente me resultaba familiar, pero no recordaba a quién pertenecía. Llamé de todas formas, tenía que ser alguien conocido. El teléfono comunicaba, pero no pasaron ni 30 segundos cuando sonó el mío. La inconfundible y en este caso emocionada voz de Graciano García, director emérito de la Fundación Príncipe de Asturias, me dijo: Rufino, te he puesto el mensaje porque soy conocedor del cariño que Juan Luis te tenía y también porque sé que éste era, por tu parte, correspondido. Chano, así es, le dije yo, pero ¿cómo sucedió esto…? si hace un par de días me llamó (una vez más, pues lo había hecho a menudo desde mi intervención quirúrgico-cardiaca de noviembre) para interesarse por mi estado de salud, y yo aproveché para preguntarle por el suyo y lo encontré animado, aunque un tanto irritado por su obligada inmovilidad en cama («encadenado», me dijo a mí también), pero muy esperanzado ante la inminente operación que le iban a practicar para mitigar sus dolores lumbares. Así es Rufino, nada hacía presagiar este fatal desenlace, me dijo Graciano, pero un infarto de miocardio, parece ser, nos lo llevó… La conversación continuo por otros derroteros, hablamos del amigo que perdíamos, de su gran corazón, de la estupenda persona… y la voz se nos quebró a los dos. Lloramos, en silencio, como lloran las personas que saben valorar la grandeza de la amistad.

Juan Luis estaba en posesión de las más altas condecoraciones de distintos países, como la Gran Cruz de la Orden de San Raimundo de Peñafort o la de Caballero de la Orden Nacional de la Legión de Honor de Francia, pero presumía, en su modestia, de haber sido nombrado «Langreano de honor» por la Sociedad de Festejos del Carbayu en el año 1977 y «Langreano en el mundo» 2009 por esa dinámica asociación de Langreanos en el Mundo. Era presidente del jurado del premio «A los valores humanos y bienestar social» de la Fundación Marino Gutiérrez Suárez, se sentía samense y langreano por los cuatro costados. Era un constante defensor de las Sociedades Culturales Langreanas.

Graciano, yo y otros muchos perdimos un gran y fiel gran amigo; la Fundación Príncipe, un gran secretario general; la reciente nombrada directora, Teresa Sanjurjo, un apoyo difícil de sustituir (aunque su sagacidad y con la ayuda del Patronato pronto lo encontró); los Príncipes de Asturias, un fiel consejero, ya que era miembro del patronato de la Fundación Hesperia, creada con fines sociales por estos con parte de la herencia recibida del empresario menorquín Juan Ignacio Balada; la Jurisprudencia, un excelente profesor; Asturias, un referente de excepción, y Langreo, un magnífico valedor, pues entre otras cosas aprovechó su etapa en el Ministerio de Educación como secretario general técnico para crear en nuestro municipio el primer centro de Educación Especial para disminuidos psíquicos que lleva su nombre y del que estaba muy, pero que muy orgulloso. Pero a la vez perdemos todos los españoles una gran personaje, un hombre bondadoso, una persona honrada, buena y trabajadora, con unos conocimientos envidiables y con una cultura y altura de miras poco común. Pero los verdaderamente afectados son su cercana familia: esposa e hijos. Ellos pierden un cariñoso esposo y un ejemplar padre (sin más adjetivos), por ello todos los langreanos estamos obligados a acompañarles en la misa-funeral que tendrá lugar mañana día 28, al mediodía, en la iglesia Santiago Apóstol de Sama, cantada por el «Coro Santiaguín», del que era admirador incondicional (su gran pasión fue la música y llegó a estudiar Dirección de Orquesta), por lo que algo entendía de agrupaciones corales. Yo no podré estar físicamente presente en esta misa, y bien que lo siento –me encuentro en el Mediterráneo–, pero lo estaré de corazón y desde este rincón de España elevo mis oraciones al Altísimo por su eterno descanso, rogando que desde ese lugar sin retorno siga iluminándolos con su sabiduría, y envío un muy fuerte y cariñoso abrazo para toda su familia y las sociedades promotoras de este sencillo homenaje póstumo.

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