Lo que hay que oír
«Hay que meterla porque hay que meterla». Eso se escucha en una cinta de la «operación Marea» y el que habla es el entonces consejero socialista de Educación, señor Iglesias Riopedre. Pero relájense o alármense (según que el puritanismo lo apliquen a lo erótico o a lo social); a la que hay que meter es a la hija de un teniente coronel; en un colegio del Opus la hay que meter. El imperativo legal para meterla a toda costa es una llamada del Presidente, que no puede ser otro que Areces (a no ser que, por elevación, se piense en el mismísimo ZP).
Lo que debería producir alarma social es que la plana mayor de la Administración socialista, que lleva 30 años bombardeándonos con las excelencias de la escuela pública y laica, se movilice para meter a la hija del coronel en un colegio muy privado, como quien la salva del diluvio metiéndola en el arca de Noé. A ver si lo entiendo: lo público es excelente para la clase de tropa; así dejan sitio en lo privado para el mando (en el sentido amplio de la palabra). Dicho de otra manera, el socialismo bien entendido empieza por la base, para la masa, comida rápida; para los jefes, tres tenedores. O sea, lo que se llama vulgarmente meterla doblada; exactamente lo que Sartre, más sofisticado, define como mala conciencia. Claro como el agua.
El Monte del Gozo: «Para que se lo quede otro, nos lo quedamos nosotros, y si esto sale bien, lo próximo será el monte de Ortigueira». A quien oímos ahora es a José, agente de Marta Renedo, que tras salir del Principado se metió en negocios de madera y por donquiera que va diríase que todos los montes se vuelven de orégano. Una gozada. Lo que lleva al reportero de LA NUEVA ESPAÑA a escribir de forma un tanto abrupta que «Marta Renedo parecía abonada a los negocios rayanos en la ilegalidad».
Lo que hay es mucha envidia y malas lenguas que van diciendo que desde que a Marta se le rompió el coturno Gucci, el que cojea es el presidente Areces. Y que, con ese pretexto, lo desalojan de Suárez de la Riva, con la promesa de llevárselo a Madrid en parihuelas para más altos destinos, con la garantía del mismísimo Pepiño, que vino a Oviedo en carne mortal para ofrecérselo. Pero las desgracias llegan de dos en dos y hasta de tres en tres y si la Moncloa cambia de inquilino, allí le van a decir a nuestro (ex) presidente que lo sienten, que aquello no es el Inserso. Y es así como el tacón de Marta vino a ser para Tini su talón de Aquiles. En el fondo, estrategias de Javier Fernández; porque lo que necesita Asturias, dice, es estabilidad. O sea, que la marea no se convierta en un tsunami. Qué chico más razonable.
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