¿Otro cachivache frente al Teatro Campoamor?
Está claro que el Ayuntamiento de Oviedo padece un «horror vacui» en grado extremo, empeñándose en ser la ciudad de los horrores. Y es que, no conforme con que nuestra ciudad esté atestada de cachivaches que pasan por esculturas (son rara excepción las obras de arte que merecen la calificación de esculturas), ahora otra chapuza más.
Hace pocos días soportamos otra desafortunada intervención delante de la fachada del teatro Campoamor con el supuesto objetivo de servir de acceso a personas impedidas. Sobra decir que todo nos parecerá poco a favor de las personas con discapacidad física, en pro de las cuales advertimos antes de concluir la reforma del teatro Filarmónica, donde por apenas unos cinco centímetros de desnivel se perdió, precisamente, la ocasión de favorecer el acceso a dichas personas. La reciente intervención delante de la fachada principal del teatro Campoamor en forma de rampa de caracol para personas discapacitadas, insistimos, es desafortunadísima, perdiendo la ocasión de que dicha rampa arranque de la primera puerta lateral contigua a la chapuza realizada que, igualmente, da acceso al «hall» principal del teatro.
Pues nada: que, por si fuera poco, ahora Gabino de Lorenzo, empeñado en comprar saldos al por mayor, ha colocado otro cachivache más del autor Santiago de Santiago (ya teníamos otros dos), delante de la fachada principal del teatro Campoamor. Era poco, por lo visto, con el culísimo de Úrculo (obra que valoramos) y con «Esperanza caminando» (de Julio López); ahora, como decimos, otro cachivache más en forma de bailarina.
Ya hemos denunciado más de una vez que la mayoría de los autores de estos cachivaches, en vez de cobrar por ellos sumas millonarias del erario municipal, deberían pagar un canon anual por utilización de suelo público. Apenas se cuentan con los dedos de una mano, insistimos, las obras de arte que confirman la regla en la ciudad de Oviedo, y Gabino de Lorenzo, que acaba de declararse analfabeto funcional de las nuevas tecnologías (acerca del robo de correos electrónicos), es, aunque no lo reconozca, analfabeto en materia de arte, y bien caro que nos sale a todos los ovetenses.
Si será analfabeto (en materia de arte), que hasta tuvo un descaro de robarle el nombre y apellidos a una de las esculturas aprovechables de nuestra ciudad, cuando su artista, la catalana Esperanza d’Ors bautizó el grupo escultórico de la plaza del Carbayón como «Cabeza de manifestación», lo que a nuestro alcalde debió parecerle excesivamente escandaloso. Fue por eso por lo que la rebautizó con el nombre de «La concordia». Queda de manifiesto la nula personalidad de la artista que prefirió la injerencia del político, con tal de vendernos el producto, aunque fuere robándole el nombre. ¿Alguien se imagina a Chillida o a Fernando Botero bajándose los pantalones de esta manera?
Y es que, en la plantilla de colaboradores, asesores y demás familia, amplísima, en el Ayuntamiento de Oviedo, con sueldos hipermillonarios, falta, a lo que se ve, una sola persona que se atreva a decirle al Alcalde, que ya está bien de sembrar Oviedo de trastos, de catafalcos y de estorbos que pretenden pasar por obras de arte. Algún día alguien tendrá que retirarlos al cuarto trastero, refundir su bronce y venderlo al por mayor. A lo mejor los ovetenses salimos ganando.
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