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Una respuesta responsable para Asturias

28 de Mayo del 2011 - José Rodríguez Fernández (Oviedo)

Las elecciones municipales y autonómicas han tenido en Asturias un resultado sorprendente. No sé si bueno o malo, pero sí sorprendente. Cascos y su nuevo partido han dado un revolcón al mapa electoral y consiguen unos resultados que abren muchas posibilidades y que dan pie a no menos temores. En realidad, el partido de Cascos no tiene nada desde el momento en que necesita el voto de otros para alcanzar el poder. Tiene un importante respaldo popular pero, desde el punto de vista democrático, habría que considerar que si es cierto que muchos miles de asturianos se han pronunciado por el líder salvador y su fórmula personalista de entender lo que Asturias necesita, otros muchos miles, mayoritarios en este caso, han optado por el sistema de los partidos tradicionales, ya que IU, PSOE Y PP suman más sufragios y más representación que FAC.

Por eso es difícil entender el aire en cierta medida chulesco con el que Cascos y sus compañeros de partido están afrontando las horas posteriores a los comicios. Oyéndolos, tal parece que sean los nuevos dueños de Asturias. Uno lleva su concepción «pelayista» al extremo de ofrecerse como salvador universal para concitar unos pactos de todos con él como líder como si estuviéramos en un ambiente posbélico y de catástrofe general, y otros, sus líderes locales, «cortan» cabezas y reparten venganzas como si fueran los dueños y señores de Asturias, de sus ciudades y de la democracia. Son de derechas, pero atacan a los que son de derechas. Vamos, un sin dios. Y, como queda dicho, ni uno ni otros tienen ni los votos ni la representación suficientes como para campar a sus anchas.

Y ese tono general de salvapatrias, un tanto soberbios y muy displicentes con el adversario, se convierte en una terrorífica muestra de la más pueril venganza si se siguen los comentarios que los «foristas» hacen en su web y en sus círculos habituales de «guerra» en internet. Leyéndolos, uno piensa en los tiempos del prefascismo. Ya saben, «ni de derechas ni de izquierdas, sino todo lo contrario»; «hay que acabar con aquél y aquél y el de más allá»; etcétera, etcétera.

Confieso que a mí no me gustan ni Cascos ni muchos de los casquistas que tienen en común su afán de revancha. Pero pasando por encima del gusto personal, cualquier ciudadano de a pie con dos dedos de frente no puede asistir tranquilo a esta demostración de prepotencia, de «violencia» contenida y, siempre, de vendetta. ¿Qué pensarán, por ejemplo, los votantes de derecha de Oviedo de que el candidato de FAC, con el evidente apoyo de Cascos, anuncie a bombo y platillo que está dispuesto a hacer un tripartito con PSOE e IU para echar al alcalde de centro derecha? ¿Era eso lo que querían? ¿Gobernar aliados con socialistas y comunistas? Por eso, yo opino que lo mejor es dejar que Cascos y FAC disfruten de su éxito electoral en privado y en su casa, que lo maduren y que vuelvan dentro de cuatro años, con más humildad y más consistencia, a pedir su apoyo a los asturianos. Es, a mi juicio, lo mejor para Asturias. Y me explico:

Para el PP sería un suicidio apoyar a Cascos y a FAC, porque, con el Gobierno, en cuatro años dejarían de existir en Asturias para dejar paso a una fuerza regionalista sin ideología cierta que sólo daría problemas a este partido en su proyección nacional como ha pasado en Cantabria o en Navarra. Además, claro, de que siempre serían los malos: si no hay acuerdos con Rajoy –difíciles por la atormentada personalidad de Cascos–, serían los culpables. Para el PSOE, sería trágico que un personaje como Cascos sembrara Asturias de su rancia concepción de la política y que se convirtiera en el interlocutor imposible. Es un «monstruo» que tarde o temprano les va a caer encima resurgiendo de sus ancestros ideológicos, que son, como es evidente, el mayor enemigo para un socialista que se precie de tal. Convivir con la derecha puede ser difícil, pero con la extrema derecha sería insoportable tanto para los socialistas como para los comunistas.

Así las cosas, parece obvio que con la abstención del PP y del PSOE, allá donde le toque a cada uno, todo se puede encauzar. En el Principado (y en Gijón), con un Gobierno del PSOE en minoría, lo que implicaría una gestión menos sectaria que la que hemos sufrido con el anterior presidente. Un gobierno en minoría que tendría que negociar las cuestiones fundamentales y que, por tanto, tendría que reordenar y reorientar todo lo que han hecho mal, que ha sido mucho, en estos doce últimos años. La abstención del PSOE facilitaría que el PP gobernara en aquellos municipios en los que tiene mayoría simple y que lo hiciera, como ellos en el Principado, con otro talante. Incluso en Oviedo es posible, porque es cierto que existe un «casus belli», el asunto de «Villa Magdalena», pero se podrían resolver las posturas de cada uno, simplemente, sometiéndose a lo que digan los tribunales en los pleitos emprendidos por este asunto. Si los tribunales dicen que es legal, se hace. Si dicen que no lo es, no se hace. Y todos tan contentos.

Creo que el problema político que sufre Asturias es consecuencia de gobiernos que han gozado de una mayoría amplia, lo que les ha permitido ser sectarios, ineficientes, poco autocríticos y, con ello, víctimas de un proceso que ha facilitado las irregularidades, la primacía de los intereses partidistas sobre los generales y un sometimiento excesivo a sus «mandos» de Madrid en detrimento de Asturias. Y eso se puede arreglar con la necesidad de buscar consensos y acuerdos para garantizar la estabilidad institucional y la respuesta a los problemas de los asturianos.

PSOE, PP e IU tienen ante sí el reto de demostrar la responsabilidad suficiente para ofrecer el clima político e institucional más positivo para Asturias, no sólo ahora, sino también para el futuro. Los partidos serios deben tomar decisiones serias. Lo hemos podido ver en otros países en los que se dejaron a un lado las ideologías para salvar situaciones de peligro. El único problema es la presión social y política que tendrán que resistir los primeros meses. Pero, al final, las aguas siempre vuelven a su cauce y más si el nuevo clima institucional da sus frutos. Cascos, sin duda, reeditará su fantasma de los pactos de la Zoreda, pero, para mí al menos, son peores, sin duda, los pactos con el diablo.

En menos de un año habrá elecciones generales y un cambio de Gobierno. Para Asturias es importante llegar a ese momento con una realidad política institucional comprensible y no con un resurgido «pelayismo» henchido de afán de venganza. El bipartidismo es malo, pero lo es aún más el unipartidismo con tintes de divinidad y, lo que es peor, de chulería.

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