La solidaridad en los tiempos del cólera
No necesitamos grandes desgracias para conocer la solidaridad.
Hace unos días murió mi madre. Tenía Alzheimer y la cuidé durante tres años y medio.
Esta carta es para intentar plasmar en el papel el choque de sentimientos que me invade. Siento una pena enorme por su falta y echo de menos los momentos compartidos.
Siento una enorme satisfacción por haber hecho todo lo posible intentando mejorar su calidad de vida.
Y sentimientos de gratitud: gracias al personal del centro de día de Pola de Laviana por los cuidados diarios a mi madre; gracias a don Luis, el cura, por ser algo más que un confesor de almas; a Diamantina, médica de familia, por sus consejos prácticos y útiles; a mis amigos/as, vecinos/as del Condado; a Carlos, del dispensario farmacéutico, por las palabras agradables y la mano amiga siempre tendida; a mi marido e hijos, por estar siempre ahí.
Sobre todo gracias a (mi hermana) Manuela, porque, apartando tus propios problemas, has estado a nuestro lado, cantando, riendo, llorando y dando ánimos hasta el último minuto. Tú nos haces entender el verdadero significado de la solidaridad.
A todos aquellos que nos apoyaron y ayudaron de todas las formas posibles, gracias.
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