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¿Arreglamos la iglesia de Turón?

30 de Marzo del 2009 - Alfredo de Diego Braga

Desde que tomé posesión como párroco de la iglesia de San Martín de Turón me di cuenta de que era urgente contestar a este interrogante. Trasladé esta pregunta a unos y a otros, desde el Arzobispo hasta el alcalde de Mieres, pasando, lógicamente, por el pueblo. Todos me fueron contestando lo mismo: sería pecado dejar que la iglesia de San Martín se viniera abajo.

A algunas personas les pedí opinión por escrito. Marcelino Escudero, presidente del Coro Minero de Turón, un mes antes de morir me envió un escrito en el que creo que expresa muy bien el sentir del pueblo. Bajo el título «La iglesia de San Martín se cae», Marcelino nos brindó una reflexión muy humana que os resumiría fundamentalmente en una idea: la iglesia de San Martín simboliza a un pueblo que ha vivido y debe seguir viviendo unido. «Creo», comienza Marcelino su escrito, «que independientemente de la ideología y sentir de cada uno de nosotros, hay distintas razones que nos hacen posicionarnos a favor de una actuación determinada donde lo importante es la unión». En su escrito Marcelino también da razones históricas, artísticas y religiosas, valorando de manera especial el esfuerzo histórico que fueron realizando los habitantes de este valle de Turón para mejorar su calidad de vida.

Como cura me preocupan las grietas del templo físico, pero más me preocupan las «grietas» del templo espiritual, ésas que todos llevamos en nuestro corazón. Un día San Francisco sintió cómo el señor le pedía que reparase su iglesia. Empezó a reparar la vieja iglesia de San Damián, hasta que pronto se dio cuenta que el arreglo que el Señor le solicitaba era el de las piedras vivas. Toda una lección para nuestra comunidad de San Martín. De nada nos serviría tener el templo más bonito del mundo si nuestra vida cristiana no fuera en consonancia. Necesitamos arreglar el templo, pero también necesitamos, por ejemplo, tener más sensibilidad para con los pobres de nuestra parroquia; eso explica que durante esta Cuaresma desde Cáritas parroquial estemos intentando sensibilizar a la comunidad sobre el drama de nuestros hermanos más desfavorecidos.

Marcelino Escudero terminaba su escrito diciendo: «...entiendo que ante la grave situación por la que atraviesa el mencionado templo, debiera abordarse su remodelación, participando en la obra la propia institución de la Iglesia, las distintas administraciones públicas y los feligreses del valle de Turón, cada uno de ellos en función de su capacidad económica».

Subtítulo: La opinión es unánime: sería pecado dejar que la iglesia de san Martín se viniera abajo

Destacado: No se puede esperar que sean sólo los más asiduos feligreses lo que asuman la rehabilitación del templo

Me parece que todo el pueblo de Turón suscribe lo dicho por Marcelino Escudero. Para financiar el arreglo del templo de San Martín hace falta llevar a cabo una operación a escote pericote (esto lo aporta el Arzobispado; eso lo asume la parroquia; con aquello contribuye el Principado; con lo otro colabora el municipio, etcétera). Lo que no se puede pretender es conseguir rehabilitar nuestro templo con un plan «wonderbrá» que impida la caída y evite el movimiento (del templo) para motivar a los de fuera oprimiendo a los de dentro. Entiéndanlo, simplemente quiero decir que no se puede esperar que sean sólo los más asiduos feligreses los que asuman la rehabilitación de la iglesia de San Martín; en LA NUEVA ESPAÑA leía unas declaraciones futboleras del alcalde de Mieres en las que nuestro edil decía que «el Caudal son más que sus 400 socios». Pues esto lo mismo: nuestra iglesia de San Martín son más que los fieles que dominicalmente acuden a la eucaristía. Todos los años este templo acoge a unas sesenta familias en los funerales. A lo largo de los años casi todos los vecinos pasan por aquí.

No hay más solución: dinamita o dinero. El Arzobispado de Oviedo ha dado el primer paso solidario asignando a un arquitecto para realizar un estudio. Dentro de poco se colocarán unos testigos de yeso en las grietas del templo y se hará un estudio geotécnico del suelo para comprobar que no hay desplazamientos en el terreno sobre el que se asienta la iglesia. Esperamos que el obispado no se quede sólo en su generosidad.

El arquitecto considera conveniente retirar las pesadas lámparas del templo y sustituirlas por otro tipo de iluminación. Ricardo Hinojal, directivo del Deportivo Turón, me decía hace poco que toda la iluminación del campo de fútbol de Turón fue financiada por el Principado y que vería bien que nuestra iluminación también fuera financiada con presupuesto público. Me parece buena idea. Si entre todos pagamos la instalación lumínica de un campo de fútbol, aunque no todos nos dediquemos a dar patadas a un balón, ¿por qué no va a poder recibir ayuda pública para la iluminación una iglesia por la que pasa todo el pueblo? Y a quienes no les guste la idea, que no se irriten mucho por ello, que si por irritarse contra la iglesia les da un soponcio y tienen que ingresar en un hospital de la Seguridad Social, eso sí que lo pagamos todos.

La iglesia de Turón necesita luz y calor. Pedimos focos de luz para poder leer el Evangelio de Jesucristo y seguir así iluminando el mundo con la luz de la fe, la esperanza y el amor. Y arreglada nuestra iglesia de piedra, también pondremos calefacción de aire para tener un ambiente más cálido; pero cuidando, eso sí, de que nunca falte el calor humano, porque «nos morimos de frío, no de oscuridad» (Unamuno).

«La acústica del templo», decía Marcelino en su carta, «es una de las mejores por donde el Coro Minero de Turón ha actuado, y lo ha hecho en muchas». Sería bueno, ¡cómo no!, arreglar la iglesia de San Martín para seguir celebrando cada año en este templo el Festival de masas corales. Y, sobre todo, sería bueno para seguir celebrando, día a día, que Jesucristo ha resucitado. En cada misa entonamos la sinfonía del amor, la única que se canta en el cielo, y la que –con la ayuda de Dios– ya podemos ir ensayando en esta Tierra.

El alcalde de Mieres ha mostrado, a mi parecer, un sincero interés por nuestro templo de San Martín. El futuro nos dirá si nos quieren de verdad tanto como dicen: ¡obras son amores! Ya os volveré a escribir para hablaros de los «hijos de la luz» o «de las tinieblas» (si llega el caso).

A don Carlos, actual arzobispo de Valencia y administrador apostólico de Oviedo, le agradezco su preocupación por nuestra iglesia viva y por nuestra iglesia de piedra. Le deseo, en nombre del pueblo de Turón, que su apostolado sea muy fructífero en la archidiócesis valenciana. Y le pido que el día 9 de octubre, Día de la Comunidad Valenciana, se acuerde de que los cristianos de Turón ese mismo día celebramos la fiesta de nuestros santos mártires; una fiesta importante: la fiesta del cielo. Este año celebraremos el 75.º aniversario de nuestros mártires pidiéndole al Señor Jesucristo que sus vidas entregadas sean germen de nueva y renovada solidaridad.

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