Al doctor Hurlé
Dios que todo lo ve, en ti puso su mirada, no pensaste en el dolor que tu ausencia nos dejaba.
Doctor, allá donde estés recuerdo cuando en la plaza de América, aquí en Oviedo, usted me dijo que estaba pintando un cuadro que le entretenía mucho su tiempo libre. Años pasados, muchos, casi 40, usted descubrió en mi estómago una úlcera duodenal hoy desaparecida gracias a su profesión maestra en la medicina, me sujetó a un tratamiento el cual terminó cerrando mi herida por usted descubierta.
Por eso desde aquí, desde Oviedo, miro al cielo y le transmito mi entero agradecimiento, que, siempre que nos encontrábamos hablábamos como amigos.
No es más grande quien más espacio ocupa sino el que más vacío deja cuando se va. Usted se ha ido, pero los que aquí quedamos no nos quita la pena de haberle perdido, ya que nos juntaremos y recordaremos juntos cuando aquí en la Tierra dejaste huella profunda en los pacientes del ambulatorio de La Lila. Hoy llevamos el dolor rogándole a Dios que si tarda un tiempo prudencial en juntarnos, donde estés, nos esperes y verás cómo te acuerdas que tú no querías marchar y nosotros no queríamos perderte.
Su gran labor profesional, tan brillante, tan humana, aparte de médico, usted fue un hombre bueno, recuerdo muy bien su risa, no quiero que me vea triste y repito desde donde esté espero que cuide de nosotros.
Lo queremos, le añoramos. Nunca le podremos olvidar.
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