Los pilares de la Plaza de Cataluña y del Sol
El mundo evoluciona y progresa, y de esa forma ha ido acelerando hasta nuestros días. No me cabe la menor duda de que desde la revolución industrial estamos entrando en un punto de inflexión histórico que se ha hecho netamente nítido con la robotización y las llamadas Técnicas de Comunicación e Información. Y ya dentro de ellas, habiendo hecho su aparición las redes sociales y los modelos de participación que pueden llegar a generar las mismas. Los jóvenes en España han tomado las plazas por una «Democracia real Ya» (DRY) un movimiento social que ha crecido rápidamente y que va camino de consolidarse y de sumar apoyos tras la lamentable e innecesaria actuación policial en la Plaza de Cataluña. Una actuación que me recordó las escenas históricas que nos relataba la película de «Gandhi» sobre aquella sobrecogedora revolución pacífica que dio lugar a la independencia de la India. Recuerdo la escena en que un periodista dictaba la crónica desde un teléfono: «No se han rendido, ni se han ido (stop)». Como capillas a lo largo de toda España, han ido ocupando plazas. Y las plazas de Cataluña y del Sol, se han convertido en catedrales: en pilares de la Tierra. Porque esto no debe acabar así.
Nuestro arzobispo ha opinado que quienes ocupan las plazas son «habituales de organizaciones antisistema». Bueno, dado que la iglesia católica pretende lograr el Reino de Dios aquí en la tierra, y que es seguidora de Jesús de Nazaret, un crucificado bajo la acusación de antisistema por los sumos sacerdotes ante el gobernador nombrado por el imperio. Pues no sé como interpretar tal opinión. ¿Quizás quiso decir que eran equiparables a los seguidores de Jesús de Nazaret? Lo cierto es que los apóstoles y los primeros cristianos se comportaban como estos jóvenes e iban de plaza en plaza predicando y dialogando con los ciudadanos, y en cada plaza iban instaurando ayudantes (diáconos) para que la comunidad de cristianos se comportase como una bandada de estorninos y se ayudasen entre sí. Luego vinieron más persecuciones, pero a partir de entonces la Humanidad fue creciendo, los cristianos y el mensaje de Cristo prosperando (a veces de una forma, otras de otra), y la iglesia (ya se sabe bajo el poder de controlar) fue uniéndose al poder civil establecido. Fue el concilio Vaticano II y el gran Santo Padre Juan XXIII, quien se acercó a los fieles, a las ágoras, a las fábricas, a los campos, a plazas públicas, y se distanció por ello de los palacios. Y es que es cierto: a) Se predica la paz (si te dan con un tolete, levanta las manos, no vociferes ni hagas ningún gesto provocativo; pon la otra mejilla). b) Son fraternos, colaboran con el próximo, ese prójimo al que no conocen y con el que comparten la comida; el pan que cortan es muy variado y no tienen más bandera que la democracia para mejorar las condiciones de vida del prójimo. c) Su método es el consenso, el espíritu de todos, lo católico, lo de la mayoría, lo universal. Porque es más fácil ponerse de acuerdo en qué hay que hacer, que en por qué.
Sí, creo comprender el espíritu franciscano sobre ese término «antisistema», pues San Francisco con un sayo y simples sandalias (como muchos de estos jóvenes visten) siempre fue opuesto a los príncipes y amigo de la naturaleza como cualquier «ecologista» que desprecia a un sistema que produce cosas innecesarias que esclavizan a los hombres y generan basura. En realidad creo que nuestro arzobispo nos está invitando a todos los cristianos, y a los jóvenes en particular, a que participen en las asambleas de DRY para que no dejen solos a esos habituales antisistema, porque, un cristiano es también en el fondo (o debería serlo dado el ejemplo de Jesús de Nazaret), un antisistema pacífico y dialogante que aprecia e incluso llega a amar a su prójimo. Y si fueran buenos cristianos, está claro, deberían ser habituales antisistema.
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