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El color de la política

31 de Mayo del 2011 - Constantino Díaz Fernández (Oviedo)

Al ciudadano común, al que cada día tiene que enfrentarse con la realidad, al que le afectan y preocupan los problemas de la sociedad a la que pertenece y espera que, desde la competencia de las distintas administraciones, se instrumenten y apliquen las medidas correctoras pertinentes, le importa muy poco que estas vengan de la derecha, de la izquierda o del centro; que sean de uno u otro color. Lo que verdaderamente espera y necesita es que, a través de la acción política, con los recursos y las herramientas que se ponen en las manos de aquellos que elegimos para que nos representen y administren, se dé la mejor y más rápida respuesta a lo que la ciudadanía demanda en el presente y se establezcan las bases para garantizar el futuro más inmediato. Ante esta realidad, los políticos, con su clásico idiolecto ramplón, en permanente confrontación entre ellos, dedicando más tiempo y esfuerzo en execrar a sus oponentes y resolver sus problemas internos que en buscar puntos de encuentro y políticas de consenso, viven más pendientes de sus propios intereses que de los generales de la comunidad a la que deberían servir.

En las últimas elecciones municipales y autonómicas del pasado 22 de mayo, en las que en los numerosos mítines que se repartieron por toda la geografía nacional faltaron propuestas concretas y sobraron descalificaciones, sobre todo desde las formaciones de la izquierda que se autodenominan progresistas, volvió a quedar patente lo alejada que está la actual clase política dirigente de los problemas reales de los ciudadanos. El gastado, cansino y anacrónico discurso de apropiarse de los valores democráticos en rigurosa exclusiva, tan utilizado por la izquierda, cargando sobre la derecha todos los excesos y defectos característicos de una dictadura pura y dura y amenazando poco menos que con el apocalipsis si esta última llega a los centros de poder, ya no encuentra eco en un electorado cada vez más reflexivo, maduro y exigente. El inesperado éxito de la formación liderada por Francisco Álvarez-Cascos en el Principado de Asturias, que, aparcando ideologías, con un discurso moderado, respetuoso y constructivo, sin prácticamente más propuestas que la intención de dar un giro a las cosas para situarlas en su sitio, poniendo término al sectarismo, amiguismo, componendas y despilfarros, y la firme determinación de luchar por los intereses, aspiraciones e inquietudes del pueblo asturiano, ha sido suficiente para merecer y recibir la confianza de un importante número de electores cansados hasta el hartazgo de escuchar manidos y apócrifos discursos de falsos profetas redivivos para la ocasión.

Cuando se trata de cazar ratones, ya se sabe que lo importante no es el color del gato o si este los atrapa con la garra diestra o la siniestra. En la política, con pasmo y gran disgusto de algunos, parece que ya se empieza a aplicar el mismo principio. Que cunda el ejemplo. Sin duda será bueno para que empecemos a disfrutar de una auténtica democracia.

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