Ratera de pueblo

17 de Junio del 2011 - María Gudín Fernández (Luarca)

Como todos sabemos, esta maldita crisis está afectando a un gran sector de la población y todos tenemos que andar apretándonos el cinturón. Unos más que otros hemos sido afectados por el creciente paro, la subida de precios y la congelación e incluso disminución de los salarios, pero no es en esto en lo que quiero centrar mi carta.

Veréis, recientemente me disponía a coger un autobús en la estación de Luarca para acudir a un examen de la Universidad en Oviedo. Bajé en coche con mi madre hasta la estación, la cual llevaba mi cartera en su regazo. El caso es que cuando se disponía a bajarse del coche se le cayó la cartera al suelo y no nos dimos cuenta. Una señora que estaba sentada en un banco cercano vino corriendo hasta la puerta del coche y cogió algo del suelo a la vez que decía mi cartera, se me cayó antes, y se volvió a sentar en dicho banco. A todo esto, nosotras seguíamos con nuestras historias, y cuando mi madre me preguntó que si me había cogido el DNI, necesario para poder presentarme al examen (tengo que admitir que soy un poco desastre), me doy cuenta de que falta la cartera. En seguida nos ponemos a revolver todo el interior del coche y sus alrededores, mientras la gente que estaba esperando algún autobús no paraba de mirarnos, incluida aquella señora de la cartera. De pronto, una ancianita se me acerca y me dice que la cartera me la cogió una señora a la que no quiero nombrar, conocida de toda la vida. Vale, en un pueblo nos conocemos todos, pero su hijo fue a clase con mi hermano, ¡un poco de decencia, por favor! Mi madre decidió ir a preguntarle si la había cogido ella, a lo que contestó con cara de cordero degollado que no, que había cogido la suya, mientras nos enseñaba una enorme cartera marrón, y añadió que si tuviese la mía nos la daría, ¡con toda su cara! Aquella ancianita, que ojalá supiese quién es para darle las gracias, siguió insistiendo en que esa cartera que ella decía de haber cogido no era la que nos enseñó, que era otra negra y más pequeña, es decir, la mía. El caso es que no sabíamos qué hacer, y entre tanto el autobús que iba a coger esta señora, por llamarla de alguna manera, se marchó.

Tras esto, y con los nervios del momento, mi madre paró a un policía nacional que pasaba por allí, quien se ofreció a ir a su casa a tomarle los datos para ponerle una denuncia. El caso es que al ver a aquel hombre de uniforme debió de echarse atrás y dijo que sí, que la cartera me la había robado ella, que no me preocupara que me la devolvería.

Así que ya veis, y luego vosotros quejándoos con esto de la crisis, para que veáis que hay gente que está peor: robando a sus vecinos, ¡y encima descaradamente! Yo sabía que el dinero corrompía a la gente, pero por unos míseros euros.

Al final yo perdí una convocatoria de examen y toda una mañana en la Comisaría y ella se ganó una denuncia y la fama de ladrona en todo el pueblo. Por muy mala que sea vuestra situación económica, decidme si de verdad merece la pena protagonizar tan lamentable incidente. Yo personalmente, con mis 20 años, tengo claro que se me caería la cara de vergüenza.

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