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Luzdivina, dicho sea de paso

25 de Junio del 2011 - Ramón Alonso Nieda (Arriondas)

-Cuál gritan esos malditos / pero mal rayo me parta / si en acabando esta carta / no pagan caros sus gritos. Así podría empezar el escrito de Luzdivina García Arias al Ministro de Educación (escrito, dicho sea de paso, que está haciendo menos ruido del que se merece). Y por aquello de que lo que bien empieza, mejor acaba, la carta de Luzdivina (y los abajo firmantes) termina pidiendo a Gabilondo que corte la luz y el agua a la Real Academia de la Historia.

Tan drásticas medidas nada tienen que ver con la austeridad requerida por la crisis; son un merecido castigo a nuestros paisanos (¡y de Luzdivina!) Gonzalo Anes y José Luis Suárez, por las pifias que cometen, con ánimo de tergiversar la historia, en la redacción del Diccionario Biográfico Español. Qué baldón para Asturias, dicho sea otra vez de paso, si solo tuviéramos historiadores como estos y no filósofas como Luzdivina y Amelia (Valcárcel, por supuesto).

En el diccionario, a juicio de la denunciante, se hacen rebajas históricas, ilegales fuera de temporada. Por ejemplo, se dice del Régimen de Franco que era autoritario, en vez de identificarlo como totalitario y dictatorial. Estas pifias son muy peligrosas en una obra destinada al gran público. Ahora bien, si el Diccionario no fuera destinado al gran público, no le hubieran dado ese formato de edición de bolsillo, en 50 cómodos volúmenes. Y el gran público, ya se sabe, somos la ingente muchedumbre de los tontos de baba, a los que se nos llama también ciudadanía.

Los tontos de ciudadanía (como es de sobra conocido), cuando consultamos un diccionario biográfico, somos incapaces de pensar por nuestra cuenta, ante una entrada cualquiera, ese tío era un cabrón; o era un tío cojonudo. De ahí que nos lo tengan que dar bien mascadito, casi deglutido, como los potitos de bebé. No sea que a alguno se le vaya por la tráquea y termine votando FAC. En esta perspectiva de despotismo ilustrado, se entiende muy bien que la filósofa García (o sea, Ludivina) pida al ministro Gabilondo (metafísico él, socialistas los dos) que le deniegue a la Academia nuevas subvenciones y que incluso devuelva las cobradas. Metidos en alegrías, un feliz remate de la faena progresista sería remitir lo recaudado a la Junta de Extremadura, para que el ex presidente Ibarra renueve la lencería (que con el trajín de la jubilación, la en uso, la debe tener ajada).

Luzdivina se olvida de la Ilustración cuando, al colgar el texto en su web, lo titula Denuncia al Ministerio de Educación: Historiadores revisionistas en la Academia de la Historia. Desembarazado de la Ilustración, el despotismo se muestra con mayor desenvoltura: denuncia de revisionistas apesta a censura estaliniana; es el lenguaje de la Komintern. A lo mejor revisionistas se coló por negacionistas. Pero los lapsus, ay, son muy lenguaraces y, en cuanto te descuidas, dejan ver la patina (no le pongan acento, por favor). Luzdivina llevaba una temporada calladita. Y qué quieren que les diga, para mí que más guapa estaba así que dando la nota, como ahora.

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